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María Antonia Rincón

No apta para señoritas: nos queda el presente

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Ante la angustia por la incertidumbre nos queda la consciencia del presente. En redes circula una entrevista a Mario Mendoza, escritor colombiano, en la que menciona un verso de Octavio Paz: “el olvidado asombro de estar vivo”. Esta alusión convoca a una dosis de serenidad para aterrizar en el instante y comprender que tenemos el presente como ancla. Es aquí y ahora cuando experimentamos el misterio de estar vivos.

La cotidianidad se agota, en buena parte, con los pensamientos sobre el futuro incierto, inabarcable. La desesperanza nos roba energía y nos arrulla en un duermevela diario en el que ni descansamos ni procedemos. Se va el día, se va la semana y la angustia se acumula. Nos perdemos de la propia experiencia vital sin saber en qué momento le pusimos freno a la capacidad de asombro. El mundo se nos vuelve insípido y pálido.

Pero nos queda el presente. El llamado de las amigas nos ubica en los afectos que tejimos y que nos dan soporte. La mano del amado dando calor en la espalda nos recuerda que el amor, ese sentimiento gigante, es la suma de pequeños actos cotidianos. La mirada de los papás, sabia, silenciosa, es suficiente fuente de energía para tomar la decisión pendiente. Oír la guitarra que el hermano hace sonar de manera armónica y cantar, sin cantar, para reír, trae al presente la historia de la familia, pone en la mesa a los abuelos, a los tíos, y en un instante encoge la distancia entre el pasado y el futuro. Entrar a la casa de los amigos, quitarse los zapatos, abrazarse y saber que todo ahí, en ese minuto, está bien y es suficiente; que las palabras y los alimentos compartidos son motivo de alegría. Sentir la respiración pausada de los perros en la cama nos hala en la dirección de darnos cuenta de que la vida transita por nuestros cuerpos de las maneras más sorprendentes y que, con la misma sutileza, se puede ir: en cualquier instante dejaremos de respirar y entonces, ni presente ni futuro.

Ante el sinsentido; ante las falacias y la angustia, nos queda esto. El presente. Darnos cuenta de que estar vivos en este universo es una experiencia impresionante. Saber, incluso, que hacernos preguntas sobre nuestra existencia es ya motivo de asombro. En lo pequeño, en lo que damos por sentado, en lo que está ocurriendo en este instante está la maravilla de la vida, que al mismo tiempo se agota y se multiplica.

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