Crecer en Antioquia significa estar envuelto cada cierto tiempo en oleadas de modas que se imponen. Uno de los éxitos más importantes de Álvaro Uribe ha sido tener el poder de poner de moda pensar como él o hacer lo que él diga, es decir, ha llevado la capacidad de poner algo de moda a la política y ha conseguido así sacar adelante su agenda durante años. Recuerdo cuando todos teníamos la bandera de Colombia en algún lado, al son de “cree en tu bandera, quiere a tu país”.
En estas modas políticas poco se pregunta. No es bueno cuestionar nada cuando lo que está por encima es el interés de la patria. No importan los flojos resultados de algún gobierno o los escándalos de corrupción de los gabinetes, no importa la probada inferioridad de una gestión en comparación con otras, es más, no importa que hayan sido otros los que cambiaron para siempre el rumbo de Medellín. En Antioquia, en tiempos de modas políticas, no hay mucho espacio para la objetividad.
Se riegan en minutos cadenas de WhatsApp que, generalmente, están cargadas de mentiras o en el mejor de los casos de verdades a medias. Desde las acusaciones sobre la ideología de género, el sonsonete de entregarle el país a las FARC o poner en riesgo la democracia por atreverse a proponer una alternativa de cambio sensata, tranquila, que parte de una experiencia categóricamente comprobada.
En ese punto estamos. La moda Fico se tomó la política antioqueña y cuestionarlo es poco menos que una herejía. Dicen que Fajardo debe renunciar a su candidatura porque sino le hace el juego a Petro. Ignoran, con esa simpleza arrogante que tenemos los paisas, que hay más de 2 millones de colombianos que el 13 de marzo le dimos un mandato al centro para que nos represente en primera vuelta. Ignoran qué tiene un programa de gobierno ridículamente superior a los demás. Ignoran que faltan casi 2 meses para las elecciones, que hace 4 años las encuestas eran casi iguales y Fajardo terminó a punto de pasar a segunda vuelta. Ignoran que en algún punto, el 80% del país estaba de acuerdo con las razones del paro nacional en contra de el gobierno de Duque, y la violencia desbordada que los extremos desataron en muchas partes de Colombia, ignorar esto es ignorar el contexto en el que son estas elecciones. Ignoran también, convenientemente, que retirarse después de haber participado en una consulta implica graves consecuencias económicas y legales según a la ley 1475 de 2011.
Hoy el establecimiento ha cerrado filas y todos los que tenemos la desfachatez de no alinearnos nos hemos convertido en enemigos. El hecho de que Fajardo señale lo obvio sobre el apoyo de Uribe y el gobierno de Duque, lo ha hecho merecedor de la ira de la derecha que, en eso, actúa exactamente igual que la izquierda populista. Es entendible, ambos le apuntan a evitar el riesgo de una segunda vuelta, especialmente si es contra Fajardo.
Ese tono en el debate, la superficialidad en las propuestas, la actitud frente al que piensa diferente, el manejo experto de la trampa, confirman la necesidad de mantener viva la esperanza de un gobierno de cambio que asegure la vigencia del estado social de derecho en Colombia y que, de esta forma, el todo vale no siga otros 4 años en el gobierno nacional.
Ya algunos somos expertos en ser de la digna minoría en Antioquia, en mi caso, desde la primera campaña de Carlos Gaviria en 2006.
Ni el odio, ni el miedo.