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Camilo Arango

La calidad de la democracia

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"Aún así, el país se mantiene en el listado de las democracias deficientes con un reto importante en uno de los criterios de evaluación que es también el más bajo para todos los países de la región, relativo al fortalecimiento de una cultura política democrática."

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Hace unos días tuve la oportunidad de participar en una conversación que preparó Comfama para sus públicos, en la que conocimos los resultados recientemente publicados de la iniciativa del Democracy Index, un estudio sobre la calidad de las democracias en el mundo liderado por The Economist. La conversación giró en torno al escenario colombiano, a la luz del contexto regional de América Latina, una mirada fundamental para darle una mejor perspectiva a nuestra participación electoral en las próximas semanas.

Si bien nos encontramos en un año electoral en Colombia y por ello ha vuelto con fuerza la conversación sobre el valor de la democracia, lo cierto es que su calidad no depende exclusivamente de la participación ciudadana a través del voto. El índice hace un estudio sobre la calidad de las democracias con fundamento en cinco criterios: las garantía de las libertades civiles, el funcionamiento del gobierno, la participación política, la cultura política y los procesos electorales. Con ellos, califica a los países en cuatro posibles categorías que van desde las democracias plenas, pasando por las democracias deficientes, los regímenes híbridos o los regímenes autoritarios, para concluir que los resultados con corte a 2021 evidencian que menos de la mitad de la mitad del mundo vive hoy en reales democracias plenas o por lo menos deficientes.

El caso de Colombia tiene algunas particularidades. El aumento de los niveles de pobreza como resultado de la crisis del Covid-19 que están entre los más altos de la región, las bajos niveles de aprobación del gobierno nacional actual, el bajo nivel de implementación de las disposiciones del acuerdo de paz relativas a la ampliación de la democracia, y la baja identificación de los colombianos con los partidos políticos, son solo algunos de los factores que hicieron que la calificación de Colombia cayera en relación con la medición anterior. Aún así, el país se mantiene en el listado de las democracias deficientes con un reto importante en uno de los criterios de evaluación que es también el más bajo para todos los países de la región, relativo al fortalecimiento de una cultura política democrática.

La metodología de The Economist propone varios asuntos de cultura democrática que incluye como preguntas en la encuesta que soporta los datos del estudio, y que van desde el consenso sobre la importancia de la estabilidad democrática, la confianza en las instituciones democráticas y los órganos de control, el rechazo a los gobiernos de tipo militar, las percepciones negativas a ideas autoritarias para mantener el orden al interior de las democracias o la separación clara entre Estado e Iglesias. Ahí, dice el estudio, radican los principales retos para el futuro de nuestra democracia.  De los cinco atributos con los cuales se califica la calidad de las democracias, los esfuerzos nuestros deberían estar enfocados en la comprensión a largo plazo del valor intrínseco de la democracia, de la importancia de mantener viva la conversación sobre los valores democráticos que nos unen, y no solo sobre la polarizada conversación electoral, que bien vale decir, está socavando no solo la calidad de la nuestra sino de varias democracias de la región, entre las que resalta el informe como altamente polarizados el caso de Chile, Perú y Ecuador. 

Y dejan una pregunta abierta para el escenario colombiano relativo a la crisis de representatividad que se hizo evidente en el estallido social de 2021. Los niveles de participación ciudadana en las elecciones, sigue siendo bajo aunque no es el peor de la región, pero diferente a lo que ocurre en los demás países de América Latina la mayor disposición de la ciudadanía a participar de la movilización social no se logra traducir en una mayor participación electoral en las urnas. La crisis de representatividad y la desconfianza en los mecanismos de participación democrática son un reto para los años futuros. Ahí está el principal reto en materia de cultura política, ahí se deberían poner todos nuestros esfuerzos.

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