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Mateo Grisales

El Ejército del pánico

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"Pocos entienden el drama de un joven que sale de su trabajo o universidad y tiene que estar pendiente de que no hayan soldados solicitando la libreta militar"

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¿Qué sentiría usted si su hijo, hermano, primo o quien tenga su cariño, lo llamara un día cualquiera desde una guarnición militar en el Meta, Arauca o Casanare? ¿qué pensaría usted si él le contara que, después de salir de trabajar, en la salida de una estación del Metro, el Ejército Colombiano lo montó a un camión militar, le cortó el cabello, le puso un uniforme y lo reclutó para servir a la patria “como el deber de varón colombiano lo dicta”? Quizá para usted esta historia no es común. Su hijo, hermano o primo, ya tiene libreta militar -seguramente comprada- o estudia en alguna universidad del sur de la ciudad -donde el ejército no se asoma- o no tiene que tomar el Metro para llegar al trabajo o su sitio de estudio. Pero esta es una realidad que pasa hoy, en una ciudad como Medellín, en pleno siglo XXI y bajo el beneplácito de la autoridad moral y legal del Glorioso Ejército Nacional.

Hace días se vienen presentando denuncias ciudadanas sobre el presunto regreso de las batidas ilegales en Medellín. Digo regreso porque desde el 2014 y gracias a la presión ejercida por el Concejo de Medellín y algunas organizaciones juveniles y de la sociedad civil, las llamadas “batidas ilegales” casi que desaparecieron de la ciudad, aunque seguían siendo común en otros municipios y departamentos del país. Se realizan, comúnmente, en las salidas de las estaciones del sistema Metro y, sobre todo, en las del norte de la ciudad, en especial La Estación Hospital, Acevedo y Caribe. Estaciones de gran flujo de personas y de jóvenes que, seguramente, por trabajo o estudio, se desplazan diariamente y, diariamente también, tienen que escabullirse por miedo al ejército de su país.

Pocos entienden el drama de un joven que sale de su trabajo o universidad y tiene que estar pendiente de que no hayan soldados solicitando la libreta militar, haciendo citaciones o, en el peor de los casos, montando a jóvenes en un camión militar mientras les retienen la cédula. Muchos de esos jóvenes no saben que, si son padres de familia, tienen alguna deficiencia médica, son hijos únicos, si están estudiando o simplemente su conciencia no les permite tomar un arma, pueden eludir esa obligación que la Constitución de Colombia les exige a los varones colombianos mayores de 18 años. Este desconocimiento es aprovechado por el Ejército y en estas batidas o en las citaciones, aducen a la presentación voluntaria a prestar el Servicio Militar Obligatorio por parte del joven.

Estas batidas, que quedaron explícitamente prohibidas en la nueva ley de reclutamiento en el 2017, contienen muchas irregularidades: la retención del documento sin autorización judicial, el transporte de civiles en unidades de transporte militar, el reclutamiento forzado y la no garantía de los derechos a objetar conciencia o a demostrar causales de exención o aplazamiento del Servicio Militar Obligatorio. Además, están deliberadamente dirigidas a población vulnerable del país: campesinos y jóvenes de estratos bajos. En Colombia el 80% de los jóvenes reclutados por el ejército son de estratos 0, 1 y 2, según informa la Defensoría del Pueblo. Una población que, seguramente, no cuenta con los recursos económicos, sociales y de conocimiento para hacer valer sus derechos. En una ciudad como Medellín, donde más del 50% de las muertes violentas las engrosan los jóvenes y donde existe una clara preocupación por la vinculación, utilización y reclutamiento forzado de niños, niñas y jóvenes por parte organizaciones criminales, es necesario levantar nuestro profundo rechazo al reclutamiento forzado por parte de la fuerza pública y desatar, por qué no, la necesaria discusión sobre el Servicio Militar Obligatorio en Colombia, una obligación injusta, desigual y arcaica que se le impone a los jóvenes colombianos por solo nacer en esta tierra, quitándoles -quitándonos-, el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestro proyecto de vida. Sí, quizá tu hijo, hermano o primo no sufra el drama de una batida ilegal o de prestar Servicio Militar Obligatorio a costa de su voluntad, pero en solidaridad con los cientos de jóvenes vulnerables a este vejamen di #NoMásBatidasIlegales.  

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