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David González

Melquiades César Gaviria

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"¿Sería César Gaviria capaz de ser Pro-Santista en 2014, Pro-Duquista en 2018 y finalmente Pro-Petrista en 2022? Sin lugar a dudas sí"

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¿Qué hizo Colombia para merecerse a César Gaviria? ¿Aplaudir en los aviones? ¿Inventarse la changua? ¿Hacer famoso a Morat? Algo muy terrible tuvo que haber sido, en todo caso: condenas tan ejemplares no se dan de forma gratuita.

Un viejo chuchumeco mal hablado. Eso pensaría uno de él al ver alguna de sus intervenciones recientes con su voz repleta de gallos y su aspecto decrépito. Pero no es viejo chuchumeco cualquiera: es un expresidente, uno muy notable, y uno inexplicablemente poderoso más de 30 años después de haber llegado al poder. La maldición de los expresidentes reluce su peor versión en manos del César.

Pero hay que hacer la salvedad: un presidente muy importante sí fue, con un gran legado del cual hablar. Miembro del crucial gobierno de Virgilio Barco en cargos claves, el heredero de las banderas de Luis Carlos Galán, el arquitecto de la apertura económica, el presidente de la Constitución del 91, el que en los libros de historia quedó como el que le dio de baja a Pablo Escobar. Méritos suficientes para los personajes agraciados que lo representan en las series de Netflix.

Ahora, su legado como expresidente es muy distinto. Melquiades Cesar Gaviria pudo haber muerto “de fiebre en los médanos de Singapur” como presidente en 1994, pero no ha tenido ningún escrúpulo en volver de su muerte a atormentar a Macondo en los momentos políticos claves de los últimos años: a entorpecer las ambiciones de perpetuación en el poder de Álvaro Uribe, a jugársela por Juan Manuel Santos en todos sus ámbitos, a mover la maquinaria política promoviendo el SI en el fallido plebiscito, a volcarse por Iván Duque e inclinarle la balanza a su favor en el 2018 o a oponerse tajantemente a la reforma tributaria de 2021, creando una bola de nieve que terminó en el Paro Nacional. Tan profundos son sus tentáculos que llegan hasta el seno de Antioquia: es el primer gran padrino de Daniel Quintero y uno de los grandes promotores del contralor Pipe Córdoba, protagonistas de uno que otro evento noticioso de la política paisa.

Un político de verdad, influyente, que desde el “otrora gran Partido Liberal” ha decidido ser determinante apostándole a la política en los momentos decisivos del país. Hasta digna podría ser su labor, si no fuera por la oscura motivación detrás de todo su actuar: seguir engrosando y aceitando toda su burocracia y sus clientelas, acumulando puestos, alcaldes y congresistas. El verdadero Monstruo Come Galletas de la política colombiana: tan bien conoce el modus operandi que dejó su Constitución del 91 que ha sabido explotarle todos sus recovecos en materia política para seguir acumulando su clientelar poder. Nada de ideología, nada de ideas. Solo poder, poder y más poder. Mientras más sucio su origen, mejor.

Tan oscuramente poderoso es el César que logró hacer que en mayo de 2021 alguien con la dignidad de un Presidente de la República tuviera que humillantemente acceder a ir a almorzar a su casa para arrodillársele por apoyos en su reforma tributaria y demás agenda legislativa. Ni a Álvaro Uribe –  otro expresidente con sus mañitas – Iván Duque ha tenido que doblegársele de esa forma.

Y ahora, en 2022, Melquiades ha decidido volver de la muerte. Primero con Alejandro Gaviria, donde no tuvo éxito. Y ahora empieza a volcarse por Petro, donde más que nadie sabe que los primeros en apostarle serían los que se llevan las mayores porciones del botín.

Mucha especulación hay sobre la sexualidad de César Gaviria, pero de lo que sí no hay duda alguna es sobre su sorprendentemente capacidad de hacerse el marica. ¿Sería César Gaviria capaz de ser Pro-Santista en 2014, Pro-Duquista en 2018 y finalmente Pro-Petrista en 2022? Sin lugar a dudas sí: como las pirañas, tiene olfato para ir depredadoramente hacia donde huele sangre, y el batracio traga-sapos-Petro de 2022 ha dado ya suficientes muestras de su falta de escrúpulos en su camino hacia el poder como para que César Gaviria no tenga claro que ese sería su caballo ganador (o Char, pero ese la tiene más enredada).

Sus clientelas se babean. El Petrismo se babea. Mientras tanto, el país podría estar al filo de su desgracia: Petro tiene todo para ser el que logra descifrar la totalidad de los pergaminos de Melquiades, condenando a Macondo a su autodestrucción.

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