Decidí aceptar la invitación de Daniel Yepes para escribir una columna semanal en No Apto. El reto es grande pero emocionante. Este espacio nos ha permitido a muchos el placer de leer textos maravillosos escritos por hombres y mujeres con una facilidad envidiable para expresarse. Aprenderé de todos.
Decido hacerlo con el ánimo de aportar mi voz en un momento raro, tenso, donde Medellín y Colombia viven situaciones de alta complejidad. Creo que es en momentos así cuando vale la pena intentar sumar miradas, lecturas, opiniones. Buscaré que este sea un espacio variado y mesurado en el que abunden los argumentos y escaseen los adjetivos.
Empiezo por el espinoso tema de la revocatoria del actual alcalde de Medellín. Hago parte de los que creemos que lo que está en juego es el modelo que logró sacar a la ciudad de su más profunda crisis. También soy de los que cree que ese modelo había empezado a agrietarse y que sus problemas no empezaron con Quintero, quien para mi, es más una consecuencia que una causa. La ciudad, buscando algo diferente, seducida y engañada por la “independencia”, terminó eligiendo al sepulturero del entonces exitoso modelo.
Ahora bien, que existan dificultades que nos obligan a replantear algunos puntos de la ruta de Medellín no nos puede llevar a desconocer el profundo daño que la politiquería, el clientelismo y la improvisación le están haciendo a la ciudad. No hay peor combinación para una ciudadanía que ser gobernada por malas personas que sean además malos administradores.
El populismo es así. De esas narrativas de enemigos, de promesas incumplibles. Es el desprecio por toda forma de organización con una consciencia que no se vende. ONG, empresas, universidades, organizaciones sociales de barrio, juntas de acción comunal, medios de comunicación, todos maltratados por el discurso populista de los vendedores de milagros. La revocatoria es la oportunidad de sacarlos del poder.
Pero la revocatoria es también una trampa de dos caras. Primero, alimenta al populismo (no solo de Quintero) que necesita de un enemigo para vivir. El alcalde con una retórica mentirosa, parece haber diseñado su enemigo ideal, el vencible. Es una apuesta arriesgada, subestimar el inconformismo y la inteligencia de sus gobernados le puede costar el puesto.
La otra cara de la trampa es que nos puede privar de lo importante por enfrentar lo urgente. Medellín debe volver a construir confianza entre la ciudadanía y el Estado. El trabajo que empezó en los 90 y que terminó con varios gobiernos alternativos que cambiaron el rumbo de la ciudad, se basó en avanzar en la forma de aterrizar el Estado en los barrios a través de la oferta de todas sus dependencias, superando la visión simplista de presencia = policía. La trampa es dejar de lado el fondo por concentrarse únicamente en la movida electoral, la trampa es dar un paso hacia perder la guerra por ganar una batalla.
La revocatoria va a generar una gran conversación en la ciudad y sería un error centrarla únicamente en una jornada electoral. La ciudad reclama un esfuerzo mayor, se debe volver sobre la historia con los aprendizajes obtenidos. Con humildad, las organizaciones cívicas, sociales, políticas, académicas, empresariales, deben juntarse a responder preguntas de fondo sobre el modelo de ciudad y de sociedad que debemos buscar ser. Ese proceso debe terminar en unos liderazgos colectivos que saquen adelante esa visión. ¿Quién convoca?
Mucho me temo que será una campaña sucia, plagada de fake news, de manipulación del presupuesto y de la burocracia, de lo peor de la política nacional (de César Gaviria hasta los Suárez) enfilando baterías en contra del extraño y multipartidista movimiento por la revocatoria.