El empresario y el filósofo

La semana pasada, el precandidato presidencial y exministro Juan Carlos Echeverri escribió en Twitter que el management era más profundo que la filosofía, que los empresarios eran más valiosos que los filósofos. Más allá de si la afirmación es cierta o no, su naturaleza responde a un modo de ser de la sociedad contemporánea, a un conjunto de representaciones sociales que imprimen la lógica empresarial en todos los aspectos de la vida. El relato principal de la sociedad en la que vivimos apunta a convertir toda actividad en mercantil y empresarial.

La empresa es la institución por excelencia de la modernidad tardía, que moldea —o aspira a moldear— todas las formas de lo social. Lo que dice Echeverri, en el fondo, es que no necesitamos filósofos, pues ya tenemos a los empresarios. Las sociedades deben procurar incorporar la lógica empresarial en todos los ámbitos. Necesitamos políticos empresarios, profesores empresarios, filósofos empresarios. Incluso nosotros mismos debemos ser empresarios de nuestras existencias, proyectos de consumo en el mercado.

Michael Sandel es de las personas que mejor ha identificado los riesgos morales de permitir que el mercado y la lógica empresarial determinen todas las formas sociales. En sus trabajos ha mostrado por qué el mercado no puede llegar a todas partes. De hecho, la historia de las democracias liberales ha estado llena de límites morales al mercado. La abolición de la esclavitud y del trabajo infantil —al menos nominalmente— representa un contorno moral al mercado. Las sociedades democráticas contemporáneas han pactado que ciertos asuntos deben estar fuera de lo transaccional. Aunque esos límites se vean amenazados todo el tiempo.

Además de las implicaciones morales de esta forma de pensar, hay cuestiones prácticas que revelan la inconveniencia de asumir que no hay nada después de los empresarios. La historia política colombiana nos ha mostrado muchos ejemplos de fracaso del empresario convertido en político. Las decisiones que se toman en el Estado son de una complejidad mucho mayor que las que se deben sortear en una empresa. La gerencia y la administración pública, aunque primas, tienen bastantes diferencias.

Echeverri debe saberlo muy bien, pues ha cumplido importantes roles en ambas esferas: la pública y la privada. Pero insiste en esa idea de la superioridad del gerente frente al administrador público. Estamos en época electoral y los candidatos suelen recurrir a frases hechas para dejar claras sus posturas, que además encuentran eco en los imaginarios de las personas. Es común escuchar a algún familiar o amigo decir, para justificar su voto, que Colombia necesita es un gerente. Y no lo necesitamos.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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