En una reciente visita a la ciudad de Cúcuta presencié la siguiente situación: en un semáforo, un hombre vendía figuras de animales hechas con billetes de bolívares, esto no me sorprendió porque en el interior del país es popular también verlos. Lo que me llamó la atención fue el disfraz que utilizaba, el cual simulaba ser un supermán criollo con gorra y un bigote pronunciado. Junto a él un cartel que decía: “soy SuperBigote, el héroe que acabó con la economía de Venezuela. Gracias a todos los que apoyan mi forma de trabajo”.
Este mensaje y la forma como estaba disfrazado aquel hombre me causó curiosidad, porque claramente hacía alusión a Nicolás Maduro. Así que consulté con algunas personas que tuvieron que salir de Venezuela y ahora trabajan en la frontera sobre aquel personaje. Me contaron que tal personaje sí existe, que es una estrategia mediática que se inventó el Gobierno para empatizar con los ciudadanos, en especial con los más jóvenes, y que, con el recrudecimiento de las tensiones con Estados Unidos, su protagonismo ha aumentado.
Motivado en conocer a fondo este hecho ficcional, ingresé a internet y con una breve búsqueda pude localizar uno de los episodios de la caricatura SuperBigote. En esta ocasión, aparece Maduro ante una multitud de ciudadanos que lo aplauden y le manifiestan que creen en él, y en el despliegue de tropas en la frontera con Colombia. Con un tono firme, Maduro agradece al pueblo con las siguientes palabras: “Cada uno de ustedes me ha acompañado en estos años de crecimiento y victorias, no vamos a permitir que los yanquis pisoteen al bravo pueblo”. La euforia es evidente en los ciudadanos de este universo madurista. De repente, un personaje dice: Maduro, cuentas con mi apoyo y el de toda Venezuela. Entonces Maduro contesta: ¡Yo no soy más que un instrumento de Bolívar, los héroes son ustedes!
El capítulo termina con un Nicolás Maduro, ahora convertido en SuperBigote, acomodándose las botas, guantes, anillo y gorra, en la cima de una montaña sosteniendo la bandera de Venezuela como símbolo de victoria. Quizás en el multiverso esta imagen del héroe bolivariano con la bandera en la mano sea una copia de la icónica fotografía: “Alzando la bandera en Iwo Jima”, protagonizada por cinco marines de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. A estas alturas nada me sorprendería.
Como en toda historieta, al héroe criollo le hacía falta un enemigo, un adversario que lo lleve al límite y desate todo su potencial; es así como entra en escena IronTrump, superhéroe que no necesita disfraz. Su poder se mide en portaaviones que patrullan el Caribe y en sanciones que viajan a la velocidad de la luz. Mientras SuperBigote promete defender la soberanía con arengas bolivarianas, IronTrump responde con la retórica de la libertad y la democracia, palabras que suelen sonar muy nobles en Washington pero que, en la frontera colombo-venezolana, se traducen en mayor incertidumbre, represión y estómagos vacíos.
Indignado por lo que vi, me pregunto sobre la responsabilidad que tienen los medios de comunicación y las redes sociales a la hora de compartir este tipo de mensajes, en especial con los niños, niñas y adolescentes, los cuales creen ver simples caricaturas, pero el mensaje oculto está años luz de ser una inocente historia de unidad. Vale resaltar que este tipo de estrategias mediáticas no son nuevas, han sido utilizadas por todo el mundo y bajo todo tipo de formatos, incluso en los más devastadores episodios de la historia, como fue el caso de la Alemania nazi. Es evidente después de ver estos contenidos que quienes no estén con el régimen serán castigados por el justiciero SuperBigote.
Fue interesante escuchar en los cafés de la ciudad las conversaciones respecto al papel de Gustavo Petro en estas tensiones. Algunos defendían sus declaraciones en X: “El cartel de los soles no existe, es la excusa ficticia de la extrema derecha para derribar gobiernos que no les obedecen (…) le propuse a EEUU y a Venezuela que juntos destruyamos ese cartel. Es coordinar y no someter”. Otros, en cambio, afirmaban que, “a Petro no le importa la gente, sino proteger a los delincuentes venezolanos”. Lo paradójico es que Petro ha manifestado su disposición en ayudar a resolver los males del mundo, cuando no ha podido resolver los problemas internos.
Esto último me dejó pensando que quizás estemos frente a la aparición de otro gran superhéroe: SuperPetro, que desplegando su habilidad de la omnipresencia logra estar en todos los lugares al tiempo luchando por la democracia, la igualdad y la felicidad, como lo declara en la caricatura SuperBigote. Ante la evidencia ficcional no está de más estar atentos a la P que se dibuje en el cielo como muestra fehaciente de que el cambio se aproxima.
Más allá de la ironía, las cifras revelan la magnitud del drama humano. En un conversatorio con organizaciones de migrantes en Norte de Santander, se señaló que actualmente alrededor del 28 % de la población de Cúcuta corresponde a migrantes venezolanos y población retornada con vocación de permanencia. Esto equivale a unas 220.000 personas, lo que refleja cómo la migración se ha convertido en una parte esencial y visible de la vida cotidiana de la ciudad. Una de estas personas es el hombre del semáforo que se gana la vida haciendo figuras de animales con billetes de bolívares, mientras hace una parodia de la parodia de un “superhéroe” que lo ha obligado a cruzar la frontera cada semana con la esperanza de construir un mejor futuro para su familia, porque en el universo ficcional que montó el régimen, él es el verdadero villano de la historia.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-carlos-ramirez/