Un mal cuento

Si Gustavo Petro fuera un personaje literario no podría ser el protagonista de ninguna historia, cosa que resulta paradójica para un hombre como él, que se atribuye a sí mismo una importancia universal y que dice encarnar un personaje de la gran literatura como Aureliano Buendía.

En narrativa los protagonistas son héroes y los héroes, lo dijo Aristóteles en el siglo IV antes de Cristo, son quienes en una trama “hacen algo”. En su Poética, tratado que sigue siendo la base de las teorías sobre los géneros, el filósofo clasifica los caracteres de las obras en tres tipos: los que son mejores que nosotros, los que son iguales y los que son peores.

Tales categorías no se referían a cualidades morales, sino al poder de acción de los hombres que mantenían en vilo a los espectadores del teatro griego en la puesta en escena mediante la imitación.

El héroe es el opuesto de la víctima. En toda historia que vale la pena ver y leer, el héroe decide, se enfrenta a la adversidad actuando, y cambia. A las víctimas, en contraste, les suceden cosas y permanecen inmutables: son los personajes típicos de las comedias. La comedia, lo definió Aristóteles, es la imitación de los hombres inferiores.

La política, todo lo sabemos, es teatro y narración. Nos mantiene el interés y la confianza como ciudadanos, en la medida en que el político se posiciona, de un modo creíble, como una persona superior a las circunstancias, capaz de realizar las ejecutorias que se ha propuesto en defensa del pueblo al que representa.

Desde muy temprano en el Gobierno hemos visto a Gustavo Petro ejercer el papel de víctima en el guión que él mismo escribe en X o en los discursos que improvisa, con lápiz en mano. Hace un mes, por ejemplo, dijo en el acto de reconocimiento estatal y disculpas públicas a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, “no soy el Presidente, soy el preso de Colombia, pero no de su pueblo, sino de su oligarquía”.

Pero en múltiples entrevistas ha hablado de su falta de poder. En el diario El País de España dijo en febrero de 2025 esta frase: “no hemos conquistado el poder, hemos conquistado un gobierno administrador acorralado por los otros poderes y por intereses económicos, entre ellos los de la prensa”.

Las anteriores son frases paradigmáticas, pero nos hemos acostumbrado a escuchar a Petro decir que no ha podido, que no lo han dejado: el sistema, los ricos, la prensa, el gabinete inepto, la mafia, los infiltrados, los demás poderes como el Congreso o los jueces… En últimas, a que atribuya los fracasos de su Gobierno a fuerzas externas superiores a su capacidad, que está lejos de controlar.

En términos políticos, todas esas fuerzas en disputa que jalan y se oponen son la democracia. Y en términos narrativos, deberían ser obstáculos pese a los cuales el héroe, por su fuerza dramática, logra sortear para alcanzar lo que desea. En democracia, eso que el héroe desea debe coincidir con la razón por la cual los electores votaron. Y los electores, en últimas, cuentan y reclaman ejecutorias. Pero, más allá, anhelan la seguridad de ver en el líder a alguien que proyecta el control de la situación, a alguien con la capacidad de tomar el volante y conducir a través de la tormenta.

En narrativa y storytelling las víctimas tienen un papel secundario: hacen que el villano se vea más malo y el héroe parezca bueno. Son, además, aquellos personajes que necesitan ser rescatados pero nunca protagonizan una historia. En la escena, son las que van en ambulancias, mientras que los héroes, se levantan, ensangrentados, a seguir la pelea.

En la vida real, hacerse la víctima funciona solo una vez, porque la gente se cansa de estar cerca de quien demanda más energía de la merecida y de quien absorbe los recursos a invertir en los que realmente necesitan ayuda.

En la vida real el papel de víctima es temporal, porque todos hemos sido víctimas de la injusticia en algún momento. Y cuando eso sucede, pedimos ayuda y seguimos sorteando obstáculos. En la vida real, hacerse la víctima todo el tiempo solo conduce a la soledad y el aislamiento. En política, la victimización conduce a la pérdida de confianza y credibilidad. En literatura, una historia en la que el protagonista se resigna a recibir los golpes de la vida, es un mal cuento.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-montoya/

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