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Sobre la percepción del cuento creído

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"Tal mediocridad ha nublado por años las realidades individuales que atentan contra todo discurso, presente y pasado, alrededor de la vida digna. Como buenos animales de costumbres, normalizamos lo injustificable."

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Medellín. La ciudad perfecta. 382 kilómetros cuadrados de sueños y pujanza. La ciudad más innovadora del mundo por encima de NY y Tel Aviv. Y sí, somos innovadores, sesgados, pero innovadores. La autopercepción regionalista de bienestar puro, demuestra la ausencia pobremente crítica del estar colectivo. Tal mediocridad ha nublado por años las realidades individuales que atentan contra todo discurso, presente y pasado, alrededor de la vida digna. Como buenos animales de costumbres, normalizamos lo injustificable.

La autopercepción de ciudad es extrañamente una forma necesaria de tener las sensibilidades a flote; de no olvidar por completo el instinto de supervivencia propio, pero también de despertar por completo las compasiones de lo ajeno; de capturar con los sentidos aquellos fragmentos normalizados por la ausencia de acciones concretas y rigurosas, necesarias para ejecutar el inicio del cambio. A lo mejor, el sentimiento de autopercepción, o más bien, de autopercepción crítica, es un aire que empieza a ventilar las calles de Medellín gracias a las tormentas burócratas que se revelan minuto a minuto desde La Candelaria.

La ciudad perfecta a nuestros ojos.

Etimológicamente, la palabra percepción desciende del latín perceptio, compuesto del prefijo per (por completo), del verbo capere (capturar) y el sufijo tio (ción, acción y efecto), es decir, como diría el segundo significado de la RAE “La acción y el efecto de capturar por completo las cosas”, o como dirían algunos: “Todo va estar bien”.

Luis Humberto Foronda vive en el sector del Velódromo a unas cuantas cuadras del parque El Pinocho, paradójicamente a unos cuántos metros de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes, donde ha trabajado y sobrevivido exclusiva y necesariamente a través del reciclaje y del cuidado de los carros durante las misas y los velorios del templo local. Luis Humberto nos dijo que jamás ha consumido drogas ni alcohol; que, a pesar de su gusto por la independencia, le gustaría tener unos metros cuadrados propios. Luis Humberto es uno de tantos paisas en condiciones de vida que prohíben la satisfacción adecuada de las necesidades biológicas, sociales y económicas de cualquier persona. Su sueño: tener un par de metros propios y contar con el cuidado de una mujer.

Luis Humberto Foronda. NoApto / David Robert

NA: ¿Hace cuánto vive en el sector?

LHF: Hace 30 años vivo aquí. Esta casa es un regalo de una señora del barrio que pasa con sus perros. Ella me regaló la carpa. Ya la carreta me quedó de cuando reciclaba.

NA: ¿Nunca ha tenido problemas con la comunidad?

LHF: No, nunca. Una vez, sí me sacó la policía, pero no de aquí. Yo vivía en esa palmera (señala) pero un día, la policía me sacó porque me vio orinando. Ah, y porque en un aguacero, la palmera se cayó en la carretica.

NA: ¿Cuál es hoy su mayor preocupación?

LHF: Cada 2 meses, me dan 70.000 pesos. Todos los uso pa’ comer. Me duran de 15 a 20 días.

NA: ¿Por la noche duerme bien?

LHF: Me cuesta mucho quedarme profundo. Me asfixio mucho. Y la oscuridad no me ayuda. Tengo esta vela. Pero por la asfixia, no alcanzo apagarla soplando. Anoche, casi no me duermo. Me dio un dolor de estómago que yo pensé que me iba a morir.

Casa de Luis Humberto Foronda.
Parroquia Nuestra Señora de Lourdes. NoApto / David Robert.

Luis Humberto Foronda nació el 8 de junio de 1953 y tiene 3 hermanas. Ha sobrevivido por años con la ayuda de la gente. Su casa es una fusión entre una carreta (con la que reciclaba), y una carpa adaptada por doña Marta y, al parecer, con unos colegas. El sentido mediocre de derechos ajenos que tenemos los paisas, pasó desapercibido ante la acogida de Luis Humberto Foronda por parte de la comunidad del barrio Velódromo en la comuna 11. Los habitantes nos dijeron que no se mete con nadie y que nadie se mete con él. Que a veces sale de casa para visitar a su familia para volver más tarde a rebuscarse la cena en medio de la oscuridad del barrio.

Tal vez las cosas estén bien en Medellín, o por lo menos hayan mejorado. Claramente, no estamos ni cerca de ser la Medellín del 90. Sin embargo, según Medellín Cómo Vamos, las cifras para la capital de Antioquia y el Valle de Aburrá entre 2019 y el 2020, no deberían ser bien percibidas por la población echá pa’lante. La pobreza monetaria aumentó en un 32,9%. Fuimos la tercera ciudad de Colombia con mayor incremento de personas en situación de pobreza monetaria. De 921.111 en 2019 a 1.225.526 en 2020. Sin embargo, una buena parte de la población paisa en condiciones de pobreza monetaria, también hace parte de la pobreza extrema o de la pobreza total. Tal cifra es atribuida a la llegada del COVID 19. Sin embargo, adicional a la problemática sobre la autopercepción y la pandemia, el desenfoque estratégico para combatir a mediano y largo plazo la situación de personas como Luis Humberto Foronda, demuestra el vacío estructural de la administración, y, sobre todo, de la percepción que tenemos en la Medellín Presente.

Para Luis Humberto Foronda, existe la posibilidad de vivir dignamente sin lujos. Las ayudas públicas son importantes, pero la verdadera pregunta en la ciudad más innovadora del mundo debería ser, ¿por qué, en una ciudad como Medellín, viven personas en estas condiciones?

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