El hambre que no se nombra

El hambre que no se nombra

No tendríamos en los hospitales dónde acomodar siquiera a la mitad de los niños que se están muriendo de hambre en Medellín. En agosto de 2024 eran 784 con desnutrición aguda según cifras del informe de Retos 2025 de Medellín cómo vamos; pero el año tuvo que terminar con más casos si prácticamente en una de cada tres casas de este Valle (¿de lágrimas?) no se come las tres veces.

Tan grave es el problema de hambre en la ciudad, que esta entidad señala cómo el abordaje de la situación debe ser multisectorial. Lo mínimo es que todos aquí estuviéramos hablando de que el nueve por ciento de los menores de cinco años ya tiene desnutrición crónica. Es decir, 8.492 niños llevan toda la vida comiendo mal y, por consiguiente, no tienen un desarrollo cerebral adecuado ni la capacidad suficiente para aprender. A ellos se les va a ir la vida en trabajos de rebusque porque no podrán aspirar a más, y sus hijos serán los niños con desnutrición crónica o aguda dentro de quince años. Así es como se reproduce la pobreza.

Como decía, lo mínimo es poner el problema en palabras: contarlo, mostrarlo, describirlo una vez y otra, como uno hace con las cosas que considera importantes, con las que le preocupan de verdad. Así como el alcalde Federico Gutiérrez hace con el presidente Petro y el dictador Maduro y el exalcalde Quintero que dejó la ciudad vacía, porque son los temas que lo indignan, lo movilizan, lo perturban.

En estos tiempos las palabras públicas se miden en trinos, y en lo corrido del año, nuestro Alcalde ha mencionado la palabra Petro 51 veces, la palabra Maduro 48, la palabra Venezuela 58; en cambio desnutrición no la ha escrito ni una sola vez, tampoco pobreza. Únicamente se refirió a vocablo “hambre” en tres ocasiones, cuando habló de la alianza institucional Cero hambre con la cual se recaudan fondos para entregar comida. 139.000 platos, dice, se repartieron el año pasado.

Es curioso, porque un Alcalde es poco lo que puede hacer por cambiar la realidad política nacional de un gobernante que no le gusta; o por tumbar un dictador extranjero, a menos que lo que quiera sea hacer política. Y quiere, pero no le corresponde. En cambio, es mucho lo que puede hacer por transformar la realidad local, que sí le corresponde pero no nombra.  

Uno no nombra lo que no le importa (puede que no sea el caso), o lo que lo avergüenza (qué va a ser el caso), o de lo que no se siente responsable. Y aquí sí: la situación de hambre en Medellín venía cediendo hasta 2019, con administraciones, incluida la primera de Fico, que mantuvieron Buen comienzo como política pública desde 2004.

La inseguridad alimentaria logró llegar hasta el doce por ciento, casi un dígito, pero en solo cuatro años se trepó a más del doble: 28 por ciento. Incidió la pandemia, y esto es consistente con el retroceso en el mundo de las cifras de desnutrición, pero al galope del COVID, la administración de Daniel Quintero escogió Buen Comienzo como uno de los focos de corrupción de su Alcaldía.

De establecer y nombrar los culpables por el robo de dinero para la alimentación de los niños en Medellín, son responsables los jueces. Pero de duplicar los esfuerzos por combatir el hambre de los niños, en una ciudad con plata, donde no hay guerra ni escasez, sino supermercados llenos de comida por todas partes, es responsable el Alcalde. Tal vez eso es lo que le piden los ciudadanos que le restan puntos de aprobación, que se ocupe de aquello en lo que sí puede incidir.

Pero de hacer visible el hambre, con sus puntos y sus íes, de mostrar esa vergüenza para que las instituciones y los ciudadanos se movilicen, y desaparezca, somos todos responsables.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-montoya/

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