Ver los pequeños detalles

Ver los pequeños detalles

En la naturaleza hay montones de detalles que pasan desapercibidos todos los días, pero que tienen en sí mismos un significado brillante de cómo funciona el mundo y de qué lugar ocupa cada uno.

Hace unos días por la ventana de mi habitación, vi una mariposa posarse en una rama de una palma, cuando voló, vi cómo un ave la atrapaba en el aire, aunque inicialmente pensé que había sido solo una impresión; pero luego vi un pequeño halcón posado en un árbol cercano con la mariposa en sus patas, listo para comerla.

Si bien es una escena cruel y que a muchos no les parece agradable, sin embargo, me parece asombroso cómo la naturaleza y cada ser tiene su papel y conviven, no con un bien individual, sino buscando un bien colectivo.

Creo que es por ahí que nos cuesta tanto ver ese tipo de maravillas y entender la relación que deberíamos tener con la naturaleza, pues vivimos ya cegados por los propios intereses y cómo lo que pasa nos beneficia o nos afecta, sin que se nos pase por la cabeza la posibilidad de ver cómo nuestras acciones y presencia en el mundo también tienen una influencia directa sobre los demás, sobre los otros seres vivos.

Creo que el cambio comienza por esa perspectiva, de manera que cada uno pueda comenzar a ver realmente lo que hay alrededor, dejarse sorprender y enseñar; creo que solo así podremos comprender realmente el lugar que tiene cada uno y la necesidad casi imperativa de actuar en consecuencia para lograr hacernos parte con la naturaleza, con los otros, e incluso, con uno mismo; ya que estamos tan absortos en esos beneficios inmediatos, que ni siquiera nos sentamos a pensar qué queremos, quiénes somos, y qué estamos haciendo.

Todos los días la naturaleza muestra su capacidad de tener su esencia en los detalles, en los pequeños. Es la pureza y autenticidad con la que simplemente es y se manifiesta de tantas maneras que es increíble que no nos demos cuenta. Qué lindo que es ver un ave alimentarse de una flor, un brote de un árbol que se niega a morir, el paso del agua por la tierra y las formas infinitas de las nubes.

Ahí puede estar la clave para recuperar y fortalecer la relación que hemos perdido con el mundo natural, para renovar ese sentido de pertenencia a un planeta en el que todos hacemos parte y que la influencia y acción de cada ser tiene impactos sobre los otros, y en el que la prevalencia de la vida y de la colectividad es mayor que lo intereses individuales.

Al entender esto, podemos ser capaz de soltar tantas cadenas pretenciosas que han fracturado múltiples veces esa oportunidad de vivir en armonía, tal y como lo necesitamos tan urgentemente. Por eso yo creo que por ahí comienza, por comenzar a soltarse a uno mismo y a esa necesidad imperativa del beneficio individual, para poder abrir los ojos y todos los sentidos a todo aquello que está alrededor, a los intereses de otras personas, al canto de la vida y la sutileza de un mundo que respira.

¿Y cómo se hace? No sé si haya maneras específicas o manuales con instrucciones, lo que sí sé es que la clave es la simpleza, la esencia misma de las cosas: respirar con calma, observar con interés y curiosidad, sentir con intensidad, pensar sin pensar. En fin, comienza por darse cuenta el lugar que ocupo en un mundo que es mayor que yo, que ocupan otros seres y darle valor a cada uno.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/

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