Van para el cielo y van llorando, es la mejor manera de describir a quienes se quejan de la “gentrificación” de Medellín. Que es la palabra de moda para designar que ya no somos parias del mundo sino una ciudad internacional. Quienes se quejan llevan un socialista interior que clama por regulaciones de precios, destilan xenofobia, y se enfrentan a un fenómeno que nos hace ser muchísimo más ricos económica y culturalmente.
Hace 20 años, cuando Medellín apenas salía de su círculo de violencia y pocas personas se aventuraban a venir, la tasa de desempleo siempre era de dos dígitos, hecho que en cualquier lugar del mundo implica una tragedia social. Hoy somos la ciudad con menor desempleo del país y tenemos la tasa más baja de nuestra historia, rondando el 6 % ¿Por qué se explica? En buena medida, porque empezamos a ser un destino global.
Una tasa de desempleo tan baja respecto a Colombia nos convierte en un oasis, en el paraíso, es un síntoma de que la plata se mueve hacia todos los sectores sociales y es una bendición social que cuando una persona necesite trabajar, pueda encontrar dónde hacerlo. ¿Cómo vamos a acabar entonces con la vaca que está dando esa leche?
Preocupante sería que Medellín se estuviese desvalorizando, seguramente los arriendos y las propiedades en 1991, cuando éramos la ciudad más peligrosa del planeta, eran muchísimo más baratos, hecho que en absoluto es una buena señal. Increíble que haya que explicarlo, lo que es bueno vale más, y está muy bien.
Ahora, los arriendos se han encarecido ¡por supuesto! Pero jamás la solución para ello será que el gobierno regule los precios. Esos precios son un incentivo para que constructores e inversionistas hagan más viviendas, dado el buen retorno de esa inversión, y eventualmente al haber mayor oferta los precios cedan. En cambio, si se regulan los alquileres, se acaba cualquier intención de construir nueva vivienda.
Y ahí va el verdadero lío, pese a que nuestra identidad latinoamericana se construyó echándole la culpa de nuestros males a externos, la realidad es que no son los gringos los responsables de la crisis de vivienda que vive Medellín, ni el 10 % de los apartamentos de la ciudad están destinados al turismo, y los que sí, están en zonas muy específicas de Laureles y El Poblado, el gran problema es que en esta ciudad no se construye vivienda nueva, al no haber oferta para tan alta demanda, los precios se elevan. Ahí deberíamos estar teniendo la discusión, en cómo hacer vivienda en Medellín, porque espacio sí hay, somos una ciudad de casas y bodegas, especial y paradójicamente en las partes más planas.
Bienvenidos los extranjeros, tanto turistas como nómadas digitales, que ponen aquí a circular su dinero y hacen de Medellín una mejor ciudad, es una oportunidad que no debemos dejar pasar. Por supuesto, porque me conozco sus tiritos para discutir, quien venga a violar la ley jamás deberá ser bien recibido ¡obvio! Y afortunadamente son la minoría de quienes vienen.
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