¿Es peor el mundo ahora?

¿Es peor el mundo ahora?

Tuve que quitar las notificaciones de noticias del celular y no abrir tanto Twitter porque el mundo que se me estaba armando en la cabeza todos los días era terrible. Qué desesperanza. Cómo voy a estar feliz por cosas que me pasan a mí, cuando hay tantas afuera, tan horribles, pasándoles a otros. Y con tantos cambios políticos, es estar al acecho: en cualquier momento caemos todos.

No es que haya dejado de leer noticias. Voy más a mi ritmo, buscando visiones distintas. Cuando pierdo la fe, sobre todo en el país, le escribo a unos amigos en los que creo mucho y que están en Colombia —yo vivo fuera: ¿Es verdad que el país está tan mal como dicen en Twitter? La conclusión es que no tanto, o no peor que con otros gobiernos, aunque hay días que se nos entra el pesimismo y pensamos que cuando todo puede ir empeorar, empeorará. Supongo que cuando uno tiene más expectativas, cae de más alto.

¿Es el mundo peor ahora?

Cuando era niña, obvio que me preocupaba menos, y eso que en mi pequeña familia se conversaba de ello. Por ejemplo, veíamos Quac —el noticiero satírico de Jaime Garzón— , y aunque entendía poco, entendía la molestia y la crítica, el desencanto. También recuerdo una época en que a mi mamá, que era maestra, no le pagaron por una crisis tremenda que hubo entonces, y cuando tu mamá es madre cabeza de familia, la tensión se siente fuerte. Sobrevivimos porque nos fiaban en la tienda. En 1999, el año en que asesinaron a Garzón, la tasa de desempleo en Colombia alcanzó el 20.1 % y la pobreza afectaba al 54.9 % de la población, según datos del Dane. Hoy, con todas sus complejidades, esos indicadores están en 9.3 % y 39.3 %, respectivamente.

Quizá el problema es que tengamos que andar calificándolo todo.

Con mi amigo Mario a veces nos gusta pensar en qué época nos hubiera gustado vivir. “Si tocara escoger —dice—, creo que lo mejor hubiera sido el periodo entreguerras: sobrevivir a la Primera Guerra y ser joven entre 1920 y 1939. Y morir, para no saber nada de la Segunda Guerra”.

Yo no lo sé. Esta es mejor época para ser mujer, y eso que aún falta mucho en temas de libertades para nosotras y otras comunidades. Según ONU Mujeres (2023), alcanzar la igualdad de género al ritmo actual tomaría 300 años. Sin contar el riesgo que se está creando en los gobiernos de ultraderecha que ganan tanto terreno en el mundo. El último informe de Freedom House (2024), Freedom in the World, documenta 18 años consecutivos de declive en las libertades democráticas globales. Los derechos que creíamos conquistados comienzan a erosionarse.

Esa es una de mis grandes preocupaciones: la pérdida de libertades, que se restrinja y se quite presupuesto a la educación y a la cultura —por empezar la lista.

Me cuesta comprender por qué queremos vivir en un mundo donde no podamos ser, que nos cuestionen nuestros gustos, las formas de amar, los libros que leemos. Por qué queremos que nos controlen tanto, cuando ese es el mejor camino para las dictaduras y para que los poderosos lo sean más. Ellos, que solo están interesados en salvarse a sí mismos, que el mundo sea mejor para sus intereses.

Del libro Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo, de Michael Nieva, una de las ideas que más me marcó es cómo a los multimillonarios no les interesa el cambio climático en parte porque su plan es abandonar la Tierra. “La ciencia ficción capitalista se edifica sobre una irresoluble aporía: que el mismo capitalismo puede solucionar con más capitalismo las mismas crisis que el propio sistema provocó, y puede colonizar otros planetas con las mismas tecnologías que destruyeron este”. Pero eso solo aplicará para el 1 por ciento de la población que pueda pagar por ello.

Sería muy difícil elegir cuál ha sido el peor momento de la historia, están las guerras mundiales por pensar en algo cercano, pero de ahí para atrás hay momentos muy turbulentos, al fin y al cabo los humanos modernos llevan en la tierra aproximadamente 200.000 años. Así que el mundo no es peor ahora, aunque parezca, y sobreviviremos como al final cada época lo ha hecho, con mejores condiciones para unos que para otros. Esta percepción del todo tiempo pasado fue mejor tiene raíces en nuestra psicología. Steven Pinker, en su libro En defensa de la Ilustración (2018), argumenta con datos que vivimos en la época más próspera, pacífica y saludable de la historia humana. Sin embargo, nuestros cerebros están programados para detectar amenazas, no mejoras graduales.

Quizá el exceso de información, y el tratamiento de esa información, lo empeora todo y nos alimenta la desesperanza, pero eso no significa que no estén pasando cosas graves de las que debemos preocuparnos—solo de esta semana, la bomba en Cúcuta, las noticias de Gaza, los deportados en Panamá.

No sé cuál sea la solución, pero eso de que no nos preocupemos por lo que no podemos cambiar, solo alimenta el individualismo.

Quizá es eso, empezar por lo que sí podemos cambiar: no reproducir información imprecisa, incluyendo notas de periódicos que van por el clic o por ese nuevo género del periodismo, el especulativo.

Pero sobre todo, cuestionarnos a nosotros mismos, tener conversaciones que nos amplíen el mundo, que nos controviertan, hacer mejores preguntas a nosotros y a nuestras familias, ser más empáticos con los otros, cambiar lo que podamos cambiar en nuestras casas y nuestros comportamientos cotidianos. Hay cosas tan simples para empezar, que incluso les sirven a muchos gobernantes: ¿Tengo que opinar en redes de eso que no sé?

Tal vez hay que recordarnos de vez en cuando lo que dijo Carl Sagan: “Nuestro planeta es una mota solitaria en la gran oscuridad cósmica”. O aún mejor, como nombró la fotografía y le puso a su libro: Un punto azul pálido. Los humanos estamos en esa nada.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/monica-quintero/

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