El mundo está en crisis

La ultraderecha está en auge. Los resultados de Alternativa para Alemania confirman que los partidos políticos con agendas reaccionarias siguen fortaleciéndose en el mundo. Más allá de las posibles explicaciones frente a este hecho —la más elocuente es quizás aquella que dice que estos sectores están interpretando de mejor manera las necesidades de los trabajadores— genera terror que la exclusión, el racismo y la violencia se configuren como fuerzas políticas.

La nueva presidencia de Donald Trump y la política de exterminio que promueve Netanyahu aumentan esa preocupación. En Colombia, el panorama no es muy distinto en términos de sensación social de crisis.  La pobre gestión del gobierno Petro hace que parte de la opinión pública hable de un retroceso sin precedentes.             

Sin restarle importancia a lo que está pasando, no creo que esta sensación de colapso inminente sea novedosa. Vivimos en un mundo hiperconectado y en riesgo. La modernidad trajo consigo una variación en el modo como asumíamos el mundo. Los peligros dejaron de ser locales para convertirse en amenazas sistémicas que trascienden fronteras. En la modernidad avanzada los riesgos son altamente impredecibles y globales.

Los medios digitales profundizan esta sensación. La exposición a noticias que se presentan (todas) como urgentes generan angustia. En Twitter día tras día hay un titular que dice: “alerta mundial”, como si estuviéramos al borde del colapso nuclear o un asteroide fuera a destruir la tierra. De hecho, ayer, mientras almorzaba con un amigo, me mostró que la probabilidad de que el YR4 impactara la tierra había aumentado al 4%. Vimos que, de chocarnos, la roca destruiría el hemisferio sur.  “Siempre el sur”, mencionamos en ese almuerzo del fin del mundo.

La fantasía social con el colapso planetario debe tener una explicación psicoanalítica. La tercera guerra mundial se ha predicho bastante en los últimos años. El cambio climático —quizás la evidencia más certera que tenemos de nuestro fin como especie—  también contribuye a esa sensación de cercano apocalipsis. Pero insisto, esta impresión de inminente fin es amplificada por los medios de comunicación y nuestra constante conexión a las redes. No es que no haya amenaza, pero a veces sobreestimamos la magnitud de los hechos.

Mirar en perspectiva las noticias y entender la forma como los medios las presentan puede disminuir esa angustia generada por la posibilidad de una catástrofe social. El optimismo también debería ayudarnos. Incluso en los momentos más oscuros habría que apostarle a la esperanza. En ese mismo almuerzo le decía a mi amigo: el mundo siempre ha estado en crisis, pero definitivamente vivimos en un país mucho mejor que en el que nacimos. La conciencia de un avance social, al menos en Colombia, fue el antídoto frente al YR4 y los resultados de las elecciones en Alemania.   

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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