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Para escuchar leyendo: Cerrado por derribo, Joaquín Sabina
Convengamos, amigos lectores, que el sistema político nuestro es uno que apenas superó el siglo XX hace unos pocos años. Los colombianos aún nos debatimos entre ideologías que en el mundo occidental hace rato suenan trasnochadas y que aquí todavía nos enfrentan hasta el tuétano.
Nuestra izquierda, en general, aún enarbola las banderas que hace 50 o 60 años vienen enarbolando. Si es que aún se pelean entre maoístas y estalinistas. Y claro, también hay que reconocer -y aplaudir- los liderazgos que emergen distanciándose del antaño, porque a la izquierda colombiana le aplicaron un exterminio sistemático y siniestro que impidió el desarrollo de ideas, la consolidación de liderazgos, de propuestas de país, y se le condenó al ostracismo, muerte o exilio de los mejores ideólogos, de las mejores mujeres y los mejores hombres. Nuestra izquierda ha hecho mucho con muy poco, hay que reconocerle, pero por supuesto también exigirle ideas y propuestas para la Colombia del siglo XXI.
Pero, a la derecha, también es hora de exigirle nuevos discursos, nuevos liderazgos, nuevas banderas. La nuestra, es una derecha que está incluso más encallada en el pasado; que aquí todavía resuenan las ideas de segregación racial, de la propiedad sin función social, de un Estado confesional que se le meta a la cama a las personas. Un Estado que diga, con biblia en mano, cómo vivir.
Fíjense en esta semana. Uno de los liderazgos que podían prometer futuro a la derecha, el del gobernador de Antioquia, se enfrascó en una pelea innecesario haciendo aprobar una sobretasa que nadie entiende bien para qué, cómo o cuándo será cobrada. Una derecha que le grava más impuestos a los ciudadanos que hoy enfrentamos una economía detenida.
Fijémonos también en el debate presidencial de ese sector. Los unos reviven discursos de décadas pasadas apostando a fantasmas comunistas, los otros añoran el liderazgo vacío en ideas, pero repleto de improperios que en Argentina ha hecho tanto eco. Pero en ninguno está un espíritu que defienda no solo la libertad de empresa, sino también de vida; una derecha que entienda que la función del Estado está en facilitar la vida a las personas, no en someterlas a un concordato perpetuo como en los más profundos sueños de Savonarola.
La derecha también está en deuda con Colombia, es urgente la necesidad de nuevos liderazgos, que no titubeen en presentar una tercera vía, una que les mejore la vida a los ciudadanos y que no busque mantener el estatus quo que Caro y Núñez lograran construir.
El país necesita madurar políticamente, necesitamos consolidar nuevos referentes. Tenemos que llegar al nuevo milenio y hacer cierta la promesa que hace 33 años nos hiciera un presidente pereirano cuando nos dio la bienvenida al futuro.
Ánimo.
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