Todas las violencias

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Las violencias no salen de vacaciones en diciembre. Se camuflan en las costumbres, exterminando todo lo que se encuentre a su paso. Los más indefensos son sus primeras víctimas. Los niños, niñas y adolescentes, que por estas fechas están en casa, las mujeres que siguen sujetas al “eterno mito femenino” y los animales que, en su indefensión son maltratados.

Los violentos ejercen su fuerza sobre los cuerpos que consideran inferiores. Saben que la crueldad de sus actos, se pueden camuflar bien, en agresiones verbales, psicológicas y físicas en épocas del año donde las fiestas promueven valores como el perdón y la confianza. Muestra de ello, es que, los agresores apelan al perdón después de una actitud machista, o pretenden excusarse en la confianza para acercarse a un menor y vulnerar sus derechos.

Los ciudadanos debemos estar atentos, vigilantes, ante los abusadores, quienes creen que tienen el derecho a eliminar del espacio social a comunidades vulnerables, por el hecho de no compartir con ellos su forma de habitar el mundo. Un ejemplo de esto, es el ataque del que fue víctima una pareja de hombres que disfrutaban de los alumbrados del rio y a quienes un grupo de personas acusan de estar faltando a la moral con sus besos. Ante la negativa de la pareja de abandonar el lugar, una de las personas presentes le gritó: “Déjelos, que esos no alcanzan a comer natilla».

Esta amenaza fue aplaudida por varios espectadores, quienes justificaron la violencia del agresor, ahora convertido en juez de la moral que dictaminaba una muerte segura. Esta dolorosa situación, es común por estos días de fin de año y debe indignarnos por su naturaleza destructiva.

Paradójicamente, existe la idea equivocada de que todo se vale en navidad. Los regalos parecen ser la moneda transaccional para redimir las culpas. Entre más grande sea el obsequio, menos será la culpa. El comercio lo entendió desde hace mucho tiempo. La publicidad promociona ideales de belleza, éxito y tranquilidad espiritual al alcance de todos, claro está, de todos quienes cuenten con capital económico. Bastará con pasear por las calles del centro de la ciudad o de los centros comerciales, para verificar el nivel de violencia que se ejerce contra quienes no cuentan con poder adquisitivo. ¿Quién compra la mejor ropa?, ¿quién se ve más joven? ¿quién tiene la mejor pareja, más bella, más exitosa? y desde hace algunos años, ¿qué raza de mascota ostentas?

La violencia tiene marca propia, sabe como camuflarse en las ventas y en las compras. El canto de sirenas se activa para seducir a los navegantes, ávidos de poder y de control sobre otros cuerpos. Es así, como la idea de la loción adecuada puede hacerte lucir como un varón exitoso listo para conquistar a la damisela tierna y delicada. Por su lado, para la mirada del marketing, la mujer empoderada es la más femenina. Al parecer, su batalla no es con el hombre, sino con el tiempo, es decir, necesita perpetuar su mejor momento, como lo sugiere el siguiente eslogan de una crema antiarrugas: “la vejez no es amiga de la belleza”.

En un recorrido por uno de los centros comerciales de la ciudad, pude ver como una mujer llevada arrastras un gato denominado exótico, el cual después de una rápida averiguación en internet, pude determinar que su raza es la bengalí y está avaluado en 5 millones de pesos. El felino asustado por la multitud de personas que lo rodearon a tomarle fotografías se detuvo. La mujer paró su marcha, tomó el gato en sus manos y sonrió, pero de inmediato, fue halada por un hombre que le ordenó caminar más rápido, entonces ella reanudó su marcha y él sonrío.

Esta escena tragicómica, es una muestra de cómo el poder tiene la capacidad de generar dolor en el otro, dejando claro que la violencia está presente en todos los espacios y no tiene vacaciones.

Durante la escritura de este texto, en un café de la ciudad, escuché a un par de personas conversar sobre la manera en la que hacemos negocios los paisas. La conversación giró en torno a la berraquera y la viveza que nos diferencia de otras regiones del país, sin embargo, dos comentarios que escuché me preocuparon: “los negocios que hacemos los paisas no son para todo el mundo, de pende el marrano lo atendemos” y “tranquilo hermano, que a todo marrano le llega su noche buena”.  Si bien, el tono de la conversación era jocoso, sin duda, un par de amigos que entre chiste y chanza querían arreglar su empresa. No por ello, debe entenderse como un asunto menor, porque son en estos gestos, donde se camufla los comportamientos que perpetúan las violencias estructurales.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-carlos-ramirez/

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