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Las maneras de conducir bien sirven como indicadores del estado anímico de los habitantes de cualquier territorio. Como indicios observamos la velocidad promedio en la que se recorren las vías; la ausencia del uso de direccionales; la cantidad de accidentes por pasarse una señal de “pare”; la multiplicación de vehículos mal parqueados…
Lo cierto es que no hay que hacer un análisis muy detallado. La observación participante es la técnica suficiente: en el Valle de Aburrá estamos rabiosos. No hay que ser ningún experto en ciencias sociales para concluirlo. Solamente basta con conducir de manera regular para notarlo.
En el primer momento de esta incipiente investigación se concluyó que hay comportamientos típicos, evidentes. Son las maneras de quienes, deliberadamente, obran como se les da la gana en la vía. Parquean usando dos espacios de estacionamiento; estorban en la vía porque “es un momentico no más y queliace”; adelantan por la derecha; no respetan las filas para los giros y se meten a como de lugar en los primeros puestos. Pitan en los trancones; no esperan los cambios de semáforo. No importa el vehículo ni la gama. Aceleran. Parecen tener tanta rabia que actúan como si no les importara nada más que ellos mismos y sus afanes.
Sin embargo, la investigación avanzó con otra conclusión: se suma a lo anterior el comportamiento rabioso que se expresa en la palabra y el gesto (parece menos dañino que los anteriores, pero también está cargado de violencia). Todo aquel que hace algo en la vía que nos parece medianamente cuestionable se hace destinatario de insultos y alegatos. Me confieso muy habituada en este comportamiento. Pensar que todo el que pita, se atraviesa o se adelanta mal es bruto, mafioso o ambas cosas.
Esta semana tuve el impulso de pitar fuerte a quien estaba, a mi parecer, estorbando en el estacionamiento del supermercado. Esa persona que estaba mal parqueada resultó ser un señor que se sentía mal; mareado y sin saber cómo poner en marcha el carro. Recibió ayuda y pronto llegaron los familiares. Recordé el cuento de Tomás González, “Cuarto menguante”, en el que el protagonista, un hombre ya mayor, está perdiendo sus habilidades cognitivas y eso hace que obre de manera errática.
Y eso me sirvió de retrovisor de conciencia. Me vi siendo imprudente en la vía; sin dar paso porque “qué gente tan atravesada”; olvidando poner las direccionales. Usando el celular mientras conduzco. Haciendo cosas que tan fácilmente reprocho en los demás. Yo, también, manejo rabiosa.
Entonces, según la informal investigación del estado anímico de la ciudad, somos rabiosos quienes manejan como si no les importara el mundo y rabiosos quienes optamos por alegar y graduar a los demás de brutos al volante.
La solución parece ingenua, pero es la única alternativa sostenible: que asumamos con compasión la existencia propia y del otro. Para ello parece que se necesita de muchas campañas institucionales, medios, redes y, claro, aplicación coherente de la ley que motiven a cada uno a hacer en la vía lo que le corresponde de la mejor manera posible. Independientemente del rol: peatón, conductor, ciclista…
Pero, mientras tanto, algo se puede hacer: recuperar un poco de buena fe. Bajarles a las revoluciones internas y a las del carro, dar paso, respirar, manejar con un tris de amabilidad. Darnos cuenta, uno a uno, que las vías también las recorren las emociones de todos. La ansiedad, la angustia, la tristeza, la enfermedad van ahí, avanzando en medio del trancón, y amplificarlas con el pito o con el insulto solo agudiza la rabia.
Ante la rabia, consideración. Sabernos vulnerables y falibles en las vías nos ubica con humildad. Hace que nos demos cuenta de que los demás “malo conductores” no están en nuestra contra, en sentido estricto. El que se atraviesa no sabe a quién, con nombre propio, le está estorbando. El que responde con gritos tampoco sabe cuáles son las condiciones del otro. No se trata de relativizar todo. Más bien, de asumirnos con consideración; bajarle a la rabia, que tan fácil se contagia, con un poquito de serenidad.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/