Defensa cautelosa de Petro

Defensa cautelosa de Petro

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No soy ni he sido petrista, nunca he votado por él, porque, entre otras razones, jamás me ha generado confianza. Los que me conocen saben que, si lo fuera, no tendría ningún problema en declararlo, así como expreso abiertamente mi antiuribismo radical, pero no visceral. Respeto, eso sí, al que sea lo uno o lo otro, uribista o petrista.

Lo mejor que he visto en la política colombiana es la primera alcaldía de Antanas Mockus en Bogotá, aunque se equivocó en no terminarla por ceder a la tentación de una candidatura presidencial. Al que me quiera codificar, en vez de macartizar, como suelen hacer en este país exageradamente godo con los que no somos uribistas, Ahí tiene mis coordinadas. Soy de los que cree, además, que no solo es posible una ideología de centro, sino que es la más consulta con la condición humana y las relaciones sociales, como lo expuse en otra columna aquí, titulada ¿Cuál es la mejor ideología?

No obstante lo anterior, parte de la madurez política es no dejarse nublar por dogmas, lo que implica reconocer virtudes en quienes no representan nuestra línea de pensamiento, y errores en aquellos que más se parecen a nosotros, por lo cual es sano escuchar todas las posturas, sustentadas, eso sí.

Con esa actitud vital, me senté a hablar con un amigo de exquisita formación política, a quien le aprendo mucho sobre el tema, que se ha vuelto radicalmente petrista, para comprender por qué alguien con tanto criterio político, ha cambiado significativamente de posición. Ejercicios similares hago con otros amigos uribistas purasangre, para identificar lo contrario.   

Entre otras razones puntuales o secundarias, el argumento principal de mi amigo es, para mí, irrefutable: Petro puso los reflectores y las conversaciones sobre comunidades, temas y regiones en los que, hasta ahora, ningún otro mandatario los había puesto; en lo que él llama “la Colombia profunda”, término que es objeto de burla de los privilegiados de siempre, que no soportan no ser, por una vez, el centro de atención y de las prioridades.


Más allá de las necesarias concreciones, que han sido mucho más pocas de las que pregona, pero también mayores a las que le reconoce el establecimiento ultraconservador de este país, empezando por los medios tradicionales de comunicación, el hecho político de reconocer y poner en la agenda a quienes han estado condenados al ostracismo, es valiente, indispensable y era inaplazable. 


Petro exagera en sus gestas, pero el país de los privilegiados tampoco le reconoce ni media, así no tenga la bandera de izquierda y sea, ante todo, un acto de responsabilidad, como las decisiones que ha tomado con el fondo de estabilización de precios de los combustibles, que, por populistas, los anteriores mandatarios no habían hecho, a sabiendas de que eran apremiantes en lo económico para el país.

Mi amigo no es el único que piensa así. Hace pocos días, Alejandro Gaviria, uno de los más acérrimos y documentados críticos de Petro, en un conversatorio con un grupo cerrado al que tuve oportunidad de asistir, resaltaba, luego de las consabidas críticas y en sus propias palabras, este acierto del presidente.

Contaba que, en sus travesías por el país, le llamaba la atención que algunas personas de esa misma “Colombia profunda” que fueron muy petristas en campaña y hoy están desencantadas del presidente, dicen que, aun así, volverían a votar por él, básicamente porque han sentido que este gobierno por lo menos los ha reconocido a ellos, a sus territorios y a sus problemáticas. Y completaba su percepción sobre el tema, aceptando que, recorriendo el país y hablando más con su gente, ha tomado más consciencia de nuestro centralismo, con todas las formas de exclusión que conlleva.

El gobierno de Petro deja mucho que desear en ejecución. Sigo sin confiar en él y me fastidia tanta demagogia y megalomanía (en eso y en otras cosas más, se parece a Uribe) pero reconozco y aplaudo la valentía de haber puesto las luces en los postergados de siempre, que es precisamente lo que les duele a los mezquinos de siempre.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/

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