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Lo bueno de que Fico esté en la Alcaldía es que Quintero ya no está en la Alcaldía. Entonces ya no tenemos esa sensación tan incómoda de que la plata pública se está esfumando. Además los jardines volvieron a ser verdes, ya no se los come la maleza y los guadañan a tiempo. ¿Quiénes? Nuevamente los jardineros del Jardín Botánico. Con lo cual podemos respirar tranquilos y considerar que el orden ha sido restablecido.
Porque las cosas que nos tranquilizan en Medellín son esas: que no se traicionen los estereotipos (la ciudad debe ser la “tacita de plata”), y que quien gobierna no sea de los de Petro, trabaje y se muestre en acción: persiga a los ladrones, tape los huecos, meta la mano y se unte de la colada, porque así es como se comporta cualquier miembro de esta raza pujante.
El estilo de Fico cumple a cabalidad con esos requisitos y además los refuerza todo en tiempo en su feed de X que es una bitácora con auto videos del ejercicio de gobernar, minuto a minuto. Lo bueno de eso es el efecto de presencia y acción que queda entre los seguidores/ciudadanos.
El problema de que Fico esté en la Alcaldía no es uno sino varios. El primero es que estamos todos demasiado contentos, y el exceso de felicidad de El Colombiano, las veedurías, las empresas, las universidades, del Concejo, y de la gente en general, adormece la democracia. Entonces no hay quien cuestione ni quien vigile la ejecución y el cumplimiento de un programa de gobierno.
Se fue Quintero y se perdió el hábito de la veeduría. Corrijo: se fue Quintero y el hábito de la veeduría se mantiene, pero con él y no con el actual Alcalde a quien elegimos por gozar de la inmensa virtud de no ser Daniel Quintero, al margen de su plan de gobierno, que pudo ser cualquiera.
El segundo es un problema de agenda: diez meses después del empalme tras una alcaldía saqueada, el discurso de Fico sigue lleno de Quintero, a pesar de que las hazañas del exalcalde ya no son un problema del poder ejecutivo sino del judicial.
Las consecuencias de lo anterior son dos, cuál más perjudicial: la primera, mantener vigente al personaje en el escenario público, contribuir con su reconocimiento y satisfacer su necesidad de figuración. La segunda, volverlo una excusa del atraso de Medellín.
El tercer problema de Fico en la Alcaldía también es de agenda, en este caso, de agenda nacional: el Alcalde asumió un papel protagónico entre las figuras de oposición al Gobierno de Petro; de hecho, las críticas al estilo del ejecutivo y a sus políticas, hacen parte de la narrativa del excandidato Fico. Lo cual, hay que decirlo, le gusta al electorado antioqueño y genera réditos en cuanto a retweets y entrevistas en medios de comunicación.
No está claro, sin embargo, el beneficio para Medellín que tiene tal juego, donde cuenta mucho la estrategia de reconocimiento político de Fico para futuros procesos electorales, aunque sepamos que 2026 no está en su mira.
En últimas, lo bueno de Fico es que es el alcalde ideal para ayudarnos a los medellinenses a hacer lo que más nos gusta, que es mirarnos el ombligo. Lo malo, es que no será el que nos obligue a mirarnos al espejo, que es lo que necesitamos como sociedad para que ocurra una verdadera transformación.
Otros escritos de este autora: https://noapto.co/catalina-montoya/