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Alfredo Garzón perdió a su hermano el 13 de agosto de 1999. Sicarios que salieron en moto desde Medellín lo mataron en la carrera 40, en el barrio Quinta Paredes de Bogotá. Su asesinato — como el Jesús María Valle, Eduardo Umaña, Elsa Alvarado, Mario Calderón y muchísimos más— se planeó y ejecutó en una alianza entre el Estado, el ejército y los paramilitares. Los expedientes judiciales confirman esta asociación macabra para eliminar contradictores políticos, defensores de DDHH, periodistas y todo aquel que se opusiera a la infamia, que luchara por transformar un país dominado por el crimen y el horror.

Desde ese día Alfredo ha buscado lo imposible: reconciliarse con la pérdida violenta de un ser querido. Su dolor, su rabia y su desesperanza se transformaron en cientos de dibujos en los que su hermano vuelve a estar vivo. La compilación de ese diario del dolor dio lugar al libro “Garzón, el duelo imposible”, una novela gráfica confeccionada en coautoría con Verónica Ochoa. En ella se cuenta quién era su hermano, se relatan con precisión los hechos alrededor de su asesinato, y se señalan a sus autores.

En la presentación del libro en la 18va Fiesta del Libro y la Cultura en Medellín Alfredo reflexionó sobre la necesidad de reconfigurar el protagonismo de la historia colombiana. Los artefactos culturales han tenido en el centro a los victimarios. Sabemos muy bien quienes fueron Pablo Escobar y Carlos Castaño, pero poca idea de Sergio Restrepo Jaramillo y Valdemar Franklin Quintero. La idea que tiene esta novela gráfica es adentrarse en la vida de aquellos que fueron silenciados. El protagonismo de los victimarios no es un mal exclusivo de la cultura popular colombiana, pero si parece haber una deuda especial con el relato de las víctimas. ¿Por qué los mataron? ¿Quién los mató? ¿Qué vidas eran las que había que acabar? ¿Qué los hacia ser objetivos militares de la alianza macabra? Son las preguntas que quisiera responder Alfredo Garzón.  

La novela no pudo tener un mejor nombre. El asesinato del hermano de Alfredo es un duelo imposible. Lo que hicieron ese 13 de agosto no lo vamos a poder superar. Ese día no mataron a uno de los mejores, asesinaron a una multitud maravillosa. Se fue Godofredo, John Lenin, Dioselina, Néstor Elí, Heriberto de la Calle y muchos más. Se fue la crítica ingeniosa, la burla a los poderosos, la confrontación pública de la infamia.    

La novela termina con una escena conmovedora. Alfredo mirando frente a frente a su hermano diciéndole que no hubo justicia, que muchos de los responsables de su asesinato siguen libres, pero que ese libro es su forma de hacerle justicia. El texto final de esa escena es “Perdón, Jaime. Todavía nos hace mucha falta. Perdón, perdón, perdón”. Yo siempre he dicho que hay un libro que debe estar en todas las casas y bibliotecas de Colombia, “el mirar de la vida profunda de Jesús Abad Colorado”. Ahora creo que son dos, que “Garzón, el duelo imposible” lo tenemos que leer todos en este país, para que con Alfredo digamos: “perdón, Jaime. Todavía nos hace mucha falta”.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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