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Los malos, o sea gente dispuesta a hacer daño, están por donde uno menos piensa, y eso es lo bueno: así como cabe la posibilidad de ir por la calle y que alguno irrumpa con pistola o cuchillo para decir: “la bolsa o la vida”, es factible regresar a la casa con el cesto lleno y la sensación de una vida por delante.

Que los bandidos se agazapen, se confundan entre la multitud, planeen en secreto y  estén al acecho, es lo que hace la vida más llevadera: porque entre posible pero oculto, y usted y yo, está la dulce distancia que dan el azar y la ignorancia.

El problema es cuando los villanos de película, que uno creía diseñados para los cómics o para el cine, se ven por todas las pantallas, tejiendo sus planes, actuando en su papel, a la vista de todo el mundo.

Uno ve a Putin y a Netanyahu. Al uno con sus ansias de dominar el mundo como Cerebro el de Pinky, tan absurdo como en la caricatura, pero tan en serio con sus tanques y su ejército aplastando a su paso. Al otro, con sus deseos de exterminación del contrario, ejecutando cada acción para lograrlo.  

Y ve a Elon Musk, y lee el último libro de Harari, Nexus, y empieza a entender un rostro del mundo que ya intuía, pero que se va enfocando: entre más claros se hacen los contornos, más razones hay para tener miedo.

Walter Isaacson, en la biografía que escribió sobre él, dice que Musk se confiesa malo para captar señales sociales y en las entrevistas a sus cercanos, ellos hablan de un tipo sin empatía. El niño que tuvo padre maltratador y compañeros de estudio que le hicieron matoneo hasta la hospitalización, es el hombre con cohetes que vino a salvar a la humanidad mediante la conquista multi planetaria.

Es el hombre con red social propia, donde matonea y deja matonear con falsedades, burlas, amenazas, extremismos y racismos, a escala mundial.

Es el hombre más rico del mundo usando su dinero para incidir en la geopolítica global y, de paso, en la elección de Trump.

Entonces uno va a Nexus y encuentra una especie de respuesta a la pregunta sobre por qué prosperan los lunáticos delirantes, voceros de nuevos nazismos y fascismos, y se instauran en posiciones con capacidad de daño a nivel global.

Dice Yuval Noah Harari que el problema es la idea ingenua de la información, según la cual, la abundancia de información conduce a la verdad, la verdad a la sabiduría y la sabiduría, al poder. En torno a este postulado, la ciencia ha propendido por el desarrollo de toda clase de tecnologías de información, que hoy nos tienen en la puerta de las predicciones futuristas con la inteligencia artificial.

Al contrario, lo que ha surgido es una ola de nuevos populismos que, como antaño, conciben la información como arma y al poder en el centro de las relaciones humanas y como objetivo de todo. Como antaño, tienen una visión antisistema del mundo y acusan a las instituciones como las universidades, los gobiernos, los partidos, los tribunales, de ser la voz de unas élites que favorecen a los ricos de siempre y a los inmigrantes (ladrones come-gatos) contra una mayoría blanca pordebajiada y oprimida.

A lo largo del libro, Isaacson deja ver que a Musk no le gusta la oposición y cómo ridiculiza al que lo contradiga llamándolo saboteador o idiota. Lo cita: “a menos que el virus de la mente woke, que es fundamentalmente anticiencia, antimérito y antihumano en general, sea detenido (…) la civilización nunca se volverá multiplanetaria”

Lo que sea que esas frases crípticas signifiquen, estamos ante alguien que piensa que “las únicas reglas son las dictadas por las leyes de la física. Todo lo demás es una recomendación”.

Y ante alguien que actúa, inclusive, por encima de poderes estatales. A Ucrania le ofreció su red satelital de Starlink para defenderse en la guerra y, después de hablar con los rusos, se la quitó. En India accedió al pedido del gobierno autoritario de Narendra Modi, de vetar cuentas críticas. En Brasil, en cambio, se negó a callar la voz de los bolsonaristas incitando por X el ataque a los edificios del poder. Twitter bajo su propiedad y tutela no solo alienta cada vez más discursos de odio sino que los mensajes de cuentas pagas, muchas en manos de la extrema derecha, tienen más poder de difusión y alcance.

Con todo el dinero del mundo y la red para usar la información como arma, al margen de cualquier control, Musk es ese villano a sus anchas en una Ciudad Gótica sin Batman.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-montoya/

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