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La derrota de Edmundo Gonzaléz en las pasadas elecciones de Venezuela causó desconcierto y tristeza. El fraude fue evidente. El pueblo venezolano salió a las calles a protestar, y gobernantes de la región manifestaron su desacuerdo exigiéndole a Maduro un nuevo conteo. Seguimos a la espera, pero no parece que vaya a ocurrir nada diferente por ahora.
Las redes sociales se llenaron de imágenes que repiten las mismas frases dándole apoyo a Venezuela y diciéndoles a los venezolanos que no están solos. “Eyes on Venezuela” es la más repetida. Después de estas fallidas elecciones, de repente todo el planeta, especialmente Colombia, se solidarizó con la gente a la que también, no todos, pero sí gran parte, han discriminado.
En el año 2021, el entonces presidente Iván Duque anunció la creación del Estatuto de Protección Temporal Para Migrantes Venezolanos. “La crisis migratoria venezolana supera a la de Siria, que se consideraba la más grave del mundo, y son más de 6 millones de hermanos venezolanos que han salido de su país debido a problemas económicos, políticos y sociales. Y cerca de un millón están en Colombia”, expresó el mandatario cuando expuso el estatuto.
A Duque lo criticaron fuertemente por esta decisión. Lo recuerdo muy bien. Los venezolanos indocumentados o documentados en Colombia han sido estigmatizados desde siempre. El éxodo, que comenzó desde la época de Hugo Chávez, generó una crisis migratoria en el país y, en enero del 2024, la OIM calculó que más de dos millones de venezolanos viven en Colombia.
Lo que se ve hoy en las redes sociales es para mí una pose, una falsa solidaridad. ¿Por qué esa solidaridad con el pueblo venezolano en este momento no la aplican con los que viven aquí? Rechazar al régimen también es respaldar a sus ciudadanos cuando emigran, en vez de estigmatizarlos y señalarlos como delicuentes como hacen muchos.
No sé cuántas veces he oído comentarios racistas y clasistas contra ellos. He visto caricaturas de mal gusto burlándose de los venezolanos. Alguna vez, uno que me impactó: que los venezolanos le estaban quitando el trabajo a los criminales de Medellín. Que todos los Rappi son venezolanos y que se roban los domicilios es otra frase espantosa muy frecuente. Cada vez que la Selección de Fútbol de Venezuela juega un partido de eliminatorias, aparece la misma imagen que a todos les da risa: “hoy no va a haber quienes repartan domicilios”. Chistes que parecen inofensivos, pero que, en el fondo, dan cuenta del rechazo que hay contra el pueblo venezolano.
Es común, cuando se habla de alguien que presta un servicio en un supermercado o en una peluquería resaltar su nacionalidad: “es una venezolana”. Como diciendo: ten cuidado con aquella, con aquél.
Entonces publican la fotico de moda en Instagram mientras que los llaman “venecos” o los ignoran en la calle cuando piden limosna, porque “quieren todo regalado”.Cada quien verá si ayuda o no a alguien que está en la calle, pero la condición de un refugiado, de un ciudadano que ha perdido toda oportunidad en su tierra, no tiene nada qué ver con la pereza ni con querer que todo le llegue por arte de magia. Hay que ser muy despiadado para pensar así.
Por eso me cuesta creer que haya un apoyo genuino a un pueblo que lleva años sufriendo y movilizándose. Mucho más cuando viene de un sector cuya única agenda es derrotar a un poder opositor, pero jamás proteger a sus ciudadanos. Sobre todo, cuando la crisis la hemos tenido al lado desde hace mucho tiempo y a nadie, hasta ahora, le había importado.
Lo que hay —lo que yo veo— es una expiación del propio miedo que les produce el gobierno actual de Colombia. Hay un mensaje claro: no nos convirtamos en Venezuela, “ojo con el 2026”, el nuevo slogan político. Es una crítica al gobierno de Gustavo Petro, el temor a los gobiernos de izquierda en la región. Pero ¿solidaridad? No creo. Instrumentalizacion, tal vez.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/amalia-uribe/