Las trampas del ego y el indignante caso de Yerry Mina

Las trampas del ego y el indignante caso de Yerry Mina

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Estoy convencido de que la auténtica competencia del ser humano es consigo mismo: frente a sus posibilidades. Como seres únicos e irrepetibles que somos, estamos determinados en gran parte por nuestra genética, por la cultura y por el azar. Esta postura vital no es para justificar, sino para comprender en vez de juzgar o por lo menos antes de hacerlo.

El peso de los determinismos sobre los actos y decisiones humanas es superlativo, pero, salvo casos extremos, siempre habrá resquicios para elegir; más estrechos de lo que creemos, pero más amplios de los que podemos gobernar, como lo planteé en otra columna publicada en este mismo medio hace unos meses con el título Sobre la libertad, la virtud y otras supersticiones.

Con lo expuesto hasta ahora y lo dicho en tal escrito es apenas obvio que, aunque existe, creo poco en la superioridad mental y moral de las personas, empezando por la mía. ¿Superioridad frente a quién, si cada persona es mundo con circunstancias propias y únicas? Creer lo contrario, me parece, en buena medida, una falta de humildad, en el sentido de sentirse por siempre incompleto y falible, o, lo que es lo mismo, un exceso de soberbia y de autoestima, que da cuenta de falta de empatía y compasión, que genera lo que llamo las trampas o paradojas del ego. Enuncio algunas de ellas:

  • Los que comprenden mucho, les cuesta entender por qué otros comprenden tan poco.
  • Los que tiene mucho “éxito” no entienden por qué otros fracasan.
  • Los que tienen más grados de libertad, no comprenden por qué otros le temen o aman las cadenas.

En suman, son (o somos) personas que creen que estos talentos son básicamente virtudes que han cultivado más que cosechado; que son más productores que producidos por la vida, porque, y lo dicen de manera contundente algunos, cada cual se forja su propio destino. No se percatan de que hay gente que nació con estrella y otros, muchos más, que nacieron estrellados, la mayoría con pocas posibilidades de cambiar su sino. El caso más patético es el de los que están convencidos de que hay más pobres porque quieren, que por las condiciones que han tenido.  

Vuelvo sobre el tema a raíz de las desconsideras críticas hechas en redes y en columnas de opinión a Yerry Mina (y a otros jugadores de la selección Colombia), por lo que algunos consideraron como una actitud servil, indigna e indignante frente al expresidente Álvaro Uribe, que, en una demostración más de su talento como caballista, giraba en su caballo en torno a Mina, al tiempo que le sobaba la cabeza. Fueron muchas las opiniones en redes sociales y columnas que abordaron el tema, la gran mayoría cargadas contra Mina y sus compañeros. Indignantes casi todas. Le piden a Mina que, además de futbolista, sea como un nuevo libertador, un Mandela, un Gandhi o un Mujica. O por lo menos un Mohammad Alí o un Bill Russell. Todos no lo pueden ser y tal vez mucho ni pretendan serlo.    

Entre las que leí, me pareció degradante, desconsiderada y de una deshonestidad intelectual mayúscula, la publicada por el señor Jaime Cárdenas en el sitio de Facebook de la Asociación Nacional de Trabajadores del Sector Aéreo y Servicios Aeroportuarios, ANTSA (https://www.facebook.com/antsa.org?locale=es_LA). Entre las denigrantes frases de Cárdenas, cito textualmente dos que ameritan la censura y hasta demandas: “Estos hábiles jugadores son ahora de otro mundo, del mundo del capital y como tal, son mimados por las mafias. Son las estrellas de nuestra selección en donde impera la bobería, la estulticia, la falta de dignidad”. Líneas adelante es más vil: “Esta selección es hábil en hacer goles, representan al país en eso, exclusivamente en eso, porque sus integrantes en la proyección social, en sus valores, en la solidaridad con los compatriotas que aspiran a la justicia, son nada, son paracos, no pueden representar al país que ha ido despertando”.

Es demasiado notable la animadversión de Cárdenas por Uribe, y razones no le faltan, pero es infame que, por tener simpatías por él, tilde de bobos, tontos, indignos y paracos a los jugadores. Descargó su odio a Uribe en ellos: además de antiuribista es antiuribistas, visceral y poco racional. Cárdenas estigmatiza, sataniza y criminaliza a los que piensan diferente, como hace Uribe con sus opositores, a los que suele graduar de guerrilleros, aunque no sean ni de izquierda. Es probable que Cárdenas lo haya padecido, pero eso no le da licencia para hacer lo mismo.

Está bien el llamado a la reflexión a Mina y a sus compañeros sobre sus posturas políticas, dado lo que representan ellos para el país como jugadores de la selección, pero no de esa manera tan infame, radical y precaria. Uribista = paraco es una fórmula reduccionista y peligrosa, que promueve la polarización y el odio que nos corroen. La superioridad mental y moral, que de por sí son mínimas, no se decretan, se demuestran. Y, por lo menos en esta columna, Cárdenas y quienes lo secundaron, presumen tenerlas, pero fueron muy inferiores a quienes tanto criticaron. ¡Qué vergüenza de columna!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/

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