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Los redentores leen los mismo libros

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Si Javier Milei y Gustavo Petro fueran compañeros de clase, se copiarían el uno al otro en los exámenes aunque se dieran trompadas en el patio de recreo.

Esta semana la revista Time dedicó al presidente de Argentina la portada de su edición principal. Y cuando uno lee el reportaje, así como la transcripción de la entrevista que le hizo la periodista Vera Bergengruen, tiene la impresión de que sus modos y tácticas en política son tan similares a las del mandatario colombiano, que parecería que el uno le prestara al otro los libros de su biblioteca, y viceversa. Ambos siguen cinco puntos de un mismo manual.

  1. A los dos se les agota el alcance de mandatarios de repúblicas. Sus “batallas” son globales

Javier Milei lo demostró en la tarima, al lado de lo más radical de la derecha planetaria donde, al cabo de dos o tres frases, desbarató las relaciones diplomáticas con el gobierno español, cuando le dijo corrupta a la esposa de Pedro Sánchez. Dijo: “Me dicen: (…) ‘¿Cómo habla así de otros mandatarios internacionales?’ Yo les digo que la batalla cultural no es algo que uno toma o deja según convenga, sino que es un compromiso ineludible”.

Esa batalla cultural es contra el socialismo en el mundo, que es un engendro del demonio y causa millones de muertes. Y contra el neo marxismo, que en la contemporaneidad anda disfrazado de feminismo, activismo contra el cambio climático y economías reguladas por los estados.

Petro también libra una lucha planetaria, pero al contrario. En su utopía, ve ascendiendo a una etnia cósmica, que es esta, latina y mestiza, capaz de invertir el eje norte-sur por su opuesto, en un mundo donde, llegado el apocalipsis, Colombia es potencia de la vida con el agua, la selva y el CO2, porque el carbón y el petróleo llegaron a ser inútiles.

En su “afán universal”, que Pascual Gaviria refiere en una de sus columnas de El Espectador nuestro Presidente se abroga la responsabilidad de señalar ante el mundo la hipocresía de Estados Unidos en la guerras contra las drogas y el cambio climático, cuando son más venenosos el petróleo y el carbón.

  1. Miran para afuera cuando la agenda interna les es hostil

A pesar de que el FMI alabó la gestión económica de Milei hace pocos días, y de que le dice a la revista Time que la economía va a rebotar como si fuera una “V corta”, donde el vértice representa la parte más dura (que ya pasó), los indicadores no son alentadores: la inflación mensual bajó a un dígito, pero se mantiene en 289% anual; la industria va para abajo con un -21% lo mismo que la construcción, al -42%.

Por eso la relevancia de sus giras internacionales, donde arremete contra los otros gobiernos o arrecia los bombardeos de su cruzada. En Davos, por ejemplo, alertó sobre el peligro en el que está Occidente a causa de que quienes deben defender sus valores están “cooptados por una visión que conduce al socialismo y, en consecuencia, a la pobreza”.

Petro se asoma al mundo, en cambio, a través de sus actuaciones en el conflicto entre Israel y Palestina. La última fue la ruptura de relaciones entre Colombia e Israel, anuncio que hizo durante los primeros cinco minutos de su discurso del Primero de mayo en la plaza de Bolívar.

Desde octubre esa ha sido una de sus obsesiones tuiteras. El presidente ha sido noticia como opinador sobre el conflicto, al margen de las reglas diplomáticas. Entre el 7, día del ataque, y el 10 de octubre, había trinado 100 veces y ordenado borrar un comunicado de la Cancillería donde se condenaba la violencia de Hamas.

En contraste, el balance de sus dos años de gobierno le entrega un saldo en rojo en casi cada una de las variables susceptibles de análisis: ejecución presupuestal, reformas estructurales, apetito inversionista, crecimiento económico, corrupción, procesos de paz, seguridad.

  1. Gobiernan por Twitter y denigran de la prensa

En cifras se parecen. Dice Vera en el reportaje de Time: “el día que hablamos, le gustó o retuiteó 336 publicaciones, muchas de ellas alabanzas delirantes en mayúsculas sobre sí mismo”.

A Petro le hicieron cuentas en El Espectador, durante el primer año de mandato: le contabilizaron 5.650 trinos. Y según un estudio de La Silla Vacía, trina entre 15 y 16 veces diarias, pero hay días en que se le van los pulgares hasta las 50 publicaciones.

Milei y Petro lo hacen porque porque son hijos de su tiempo y pueden comunicarse con los gobernados sin intermediarios y causar más impacto entre sus audiencias que el que logran los medios de comunicación.

La prensa, según Petro, es el órgano reproductor del discurso de quienes orquestan un golpe blando contra su gobierno. Y los noticieros de los canales privados de televisión, los responsables del embrutecimiento de la sociedad. Milei va más allá: “no necesito intermediarios, que además, en su gran mayoría son mentirosos y que han hecho de este país una cloaca”, le dijo a Bergengruen. Y a los periodistas los llamó extorsionadores unas cuantas frases después.

  1. Cuando hay marchas en su contra, dicen que los quieren tumbar

Lo dijo Petro con las marchas de la oposición en Abril: el principal objetivo es gritar en contra de su figura “y derrocar el Gobierno del Cambio”. Pero también Milei sobre las manifestaciones por la educación superior. «¿Estás entonces a favor de un grupo que, porque perdió las elecciones, intenta dar un golpe de estado?» fue lo que le respondió a Vera cuando le preguntó por las protestas en torno al presupuesto para las universidades.

Ambos mandatarios se muestran incapaces de construir acuerdos y generar consensos. Tampoco Milei ha logrado mayores avances en su agenda legislativa.

  1. Transitan por los bordes de la democracia

Petro, pero sobre todo Milei son expresión de lo que Colin Crouch llama “pos-democracia”: un período en el que aunque las formas y los procedimientos se mantienen intactos desde el punto de vista funcional (elecciones libres, separación de poderes, libertad de prensa), el concepto ha perdido sentido para la sociedad.

Y esto es porque pasan los gobiernos, uno tras otro, y se mantiene un orden en el que las políticas públicas favorecen unas élites económicas, mientras se propaga una sensación generalizada de malestar y de rabia. A su manera cada uno, Milei y Petro, invocan esa rabia sin que uno y otro hayan logrado destruir ese círculo. En las calles argentinas, aunque todavía queda algo de paciencia, la gente de a pie dice que la plata no le alcanza para la comida o para llevar a los hijos al doctor. En las calles de Colombia, no importa si son las de Medellín, Cauca o Bogotá, la gente pasa sin sentir que su vida está mejorando o va a mejorar. En eso también se parecen Milei y Petro, aunque sea lo único que no se espera en los manuales que comparten.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-montoya/

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