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Cuando alguien se aproxima al estudio de las políticas públicas y en particular a su definición, uno de los primeros aspectos que encuentra en muchos libros es la diferencia semántica del término política entre el español y el inglés. Lo que nosotros agrupamos en una sola palabra, los anglosajones lo dividen en tres: polity, politics y policy.

La polity es concebida como el contexto de las relaciones de poder dentro de un grupo social y sus instituciones, entre estas el estado. Es decir, la polity es el ámbito del gobierno de las relaciones sociales.

La politics obviamente está relacionada con la polity, pero se concentra en las actividades organizadas alrededor de la lucha por el poder, por medio de diferentes mecanismos de participación de la sociedad civil, desde la manifestaciones hasta las elecciones. Es por esto que, la politics se podría asociar fácilmente con la política electoral, y por tanto es la definición de política más conocida por el ciudadano de a pie; y en ese mismo sentido, la más despreciada. Cuando la gente “habla de política”, de “hacer política”, de “trabajar en política” o de “los políticos”, se refiere generalmente a esta acepción. Asimismo, cuando las personas dicen que no les gusta la política, les da pereza las elecciones, entran en conflicto con sus familiares y amigos, y evitan al máximo hablar del tema, es por causa de la politics.

Finalmente, la policy también está relacionada con el ámbito de gobierno (polity) y con los políticos que luchan por el poder (politics), pero se concentra en los planes, programas, proyectos y en general en las acciones “programáticas” del gobierno nacional, regional o local. La policy hace referencia al ámbito de gestión de las políticas públicas como respuestas a las demandas de los ciudadanos. Se habla de “política educativa”, “política de salud”, “política laboral”, “política de vivienda”, “política económica”, etc. en el sentido de la policy.

En términos ideales, en una democracia, una persona que hace parte de un grupo social dentro del cual hay relaciones de poder (polity), está en libertad de elegir y ser elegido con el fin de alcanzar el poder (politics) para, a través de las políticas públicas y otras formas de acción del gobierno (policy), dar respuesta a las necesidades sociales.

Al presidente de Colombia, Gustavo Petro, le gusta la política, y dicen que es un “buen político”, pero en el sentido de la politics, no de la polity y mucho menos de la policy.

A Petro le gusta “hacer política” en el sentido de la politics: buscó el poder por las armas, ha participado en las elecciones locales desde los años 80’, en las regionales en los 90’ y desde el 2000 hasta hoy siempre ha sido protagonista a nivel nacional de las elecciones para la Cámara de Representantes, el Senado, la Alcaldía de Bogotá y la Presidencia de la República. Ha hecho parte en la formación de movimientos, partidos y coaliciones políticas, entre ellas el Pacto Histórico que hoy es la principal fuerza política en el Congreso. Ha promovido manifestaciones sociales en los últimos años, incluyendo el llamado Paro Nacional de 2021. En fin, a petro le gusta y sabe hacer política electoral, le apasiona la contienda por el poder en todas sus dimensiones: el discurso en la plaza pública, la movilización de la masa, las publicaciones desaforadas en X, el debate con sus contendores, la campaña, etc.

Obviamente, esa lucha por el poder está relacionada con la polity como ese ámbito de gobierno de las relaciones de poder, pero en el marco de las instituciones como el estado. En ese sentido, Petro ha demostrado que no le interesan las instituciones, por el contrario las ataca cuando no están alineadas con él. Así lo ha hecho con la Fiscalía, la Procuraduría, el Banco de la República, la Registraduría, etc. La presión a la Corte Suprema de Justicia para elegir a la nueva fiscal y la discusión que tiene ahora con el presidente del Senado, Iván Name, por la dinámica legislativa ante sus reformas, es un ejemplo de su animadversión a una institución como la separación de poderes entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial.

Y para terminar, a Petro tampoco le interesa la policy, es decir: ¡administrar!. Este “gobierno” logró aprobar la reforma tributaria para recaudar más dinero y el Plan de Desarrollo para tener una hoja de ruta programática para el período. Sin embargo, la ejecución de los recursos financieros evidencia que no ha comenzado a gestionar las políticas públicas que deberían dar respuesta a las necesidades de la población. La entidad recién creada para “eliminar las desigualdades económicas, políticas y sociales en el marco de los mandatos constitucionales y legales”, el Ministerio de Igualdad y Equidad, liderado por la vicepresidenta Francia Márquez, hasta finales de marzo, es decir, en una cuarta parte del año solo ha ejecutado 0,14% de un presupuesto de $1,8 billones, según informaron los medios de comunicación. Además, Petro tampoco ha sido capaz de administrar los recursos humanos, ha cambiado a los ministros más importantes que ha tenido y hay testimonios de la poca comunicación del gabinete con el presidente y la ausencia de direccionamiento por parte de él.

En realidad a Petro lo que le gusta es la política electoral, per se, el poder por el poder.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-suescun/

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