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Elogio de la mediocridad

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Al ahora exsecretario de cultura de Medellín, Manuel Córdoba, le pidieron la renuncia. Sus declaraciones están en todos los medios; no vale la pena que las repita. Pero es evidente que no sólo no estaba preparado para el cargo y era consciente de ello, sino que hubo un alcalde electo que sabía eso y aun así se lo ofreció. Los símbolos importan, y Federico Gutiérrez ha escogido posesionarse, en sus dos mandatos, en museos. ¿Por qué, si para él la cultura es un “chicharrón” que hay que resolver con un funcionario que no se toma en serio su rol? ¿Pura imagen?

El sector cultural en el país, no sólo en Medellín, sobrevive con las uñas. Tal vez en los últimos años, gracias al alcance de las redes sociales y la creciente democratización del conocimiento, es más fácil que cualquier ciudadano pueda acceder a diferentes insumos culturales. Y bueno, cabe aclarar que el sector privado también contribuye a que los espacios se mantengan. Pero es muy triste que la cultura tenga que seguir siendo un lujo para unos pocos.

Entiendo que a lo mejor hay muchos otros temas complejos por resolver, como el hecho de que hay 750 mil personas con hambre en la ciudad. Hasta que no mitiguemos los problemas derivados de la falta de necesidades básicas cubiertas, probablemente la cultura no le importe a la mayoría, pero eso no quita que esta siga siendo un motor fundamental de la ciudad; tal vez no en lo económico, pero sí en lo social. Y cualquier persona debería poder acceder a ella: por eso son tan importantes los eventos como la Fiesta del Libro, el Altavoz o el Festival Miradas, y por eso es fundamental que los líderes del sector tengan la preparación y el carácter para asumir su rol con altura.

Varios de esos eventos resultaron duramente golpeados por la negligencia y la corrupción de la administración de Daniel Quintero. Bajo la gestión de su último secretario de cultura, Álvaro Narváez, se acumularon más de 340 millones de pesos de deuda con los artistas del Festival Miradas. Días antes de acabarse la pasada administración, Narváez dejó el cargo tirado y no le respondió a nadie. Si Gutiérrez llegó con el discurso de recuperar a la ciudad, el sector cultural es uno de esos en cuidados intensivos. No hay excusa para haber nombrado secretario a alguien poco preparado y sin compromiso con las personas que se esfuerzan todos los días por ofrecerle a Medellín una agenda cultural decente.

Todavía está temprano: se puede y se debe corregir el rumbo. Después del error, el alcalde tiene que nombrar a una persona realmente capacitada en el despacho, repotenciar los eventos de ciudad, velar por el manejo transparente de los recursos —hubo un aumento hacia el 3% del presupuesto del distrito— y promover diferentes iniciativas culturales y artísticas: no sólo las que llenan el Atanasio o el Metropolitano. La cultura no puede liderarse desde el piso 12 de La Alpujarra, sino desde las calles, dialogando con los colectivos y los artistas, y apostándole a que el protagonismo del sector público crezca. Es positivo que los privados y las universidades sigan apoyando las iniciativas, pero es deber de la Alcaldía no lavarse las manos delegándoles todo a ellos.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mejia/

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