Escuchar artículo
|
En los últimos días, desde mi ventana he visto armas que se transformaron en mangueras; balas que pasaron a ser agua; helicópteros que no incendian, apagan; militares y policías que no matan, rescatan; aviones que pasan de fumigar y erradicar a salvar y cultivar. La metamorfosis de la fuerza pública. El planeta parece necesitar que lo cuidemos y nos cuidemos, no que nos sigamos matando. Sin embargo, seguimos alimentando la guerra con el servicio militar obligatorio. Seguimos alimentando el incendio.
El año pasado, para poder trabajar, necesitaba adquirir mi libreta militar. No conocía muy bien el trámite detrás de ello, pero, con todo respeto, tenía claro que no quería armarme. Escuchaba que algunos amigos lograban esquivar el servicio con algunas fuentes del bajo mundo o demostrando que no se tiene buena visión. Ni lo uno, ni lo otro. La ley contempla unas causales para eximirse de prestar el servicio militar (ser víctima del conflicto; hijo único; indígena; entre otras), pero solo una me podía aplicar: ser objetor de conciencia. Era eso o pagar con el 1% del patrimonio familiar.
El problema es que para ser objetor hay que adelantar todo un proceso que implica, entre otras cosas, PROBAR que se es objetor de conciencia. ¿Adjunto una foto de los afiches pacifistas que tengo en el cuarto?; ¿les mando una foto de mi cara?; ¿una de las columnas mamertas que he escrito (creo)? ¿Son esos, como dice la ley, “documentos que acreditan la sinceridad de sus convicciones, es decir, que sean claras, profundas, fijas y sinceras”? Yo creo que ni Gandhi estaba tan seguro de su postura como para probar que era fija y sincera. En todo caso, lo que sea que se le ocurra a usted que puede utilizar para probar, tenga en cuenta que quien revisa y aprueba la solicitud de objeción es una Comisión del Ministerio de Defensa…
Eso me desanimó por completo y, evidentemente, no me presenté como objetor (tampoco pagué). Esa dificultad no me afecta solo a mí sino a todos los jóvenes del país y, obviamente, con mayor intensidad, a aquellos que no pueden acudir a la corrupción o pagar el 1% del patrimonio familiar. La única opción viable al cumplir la mayoría de edad en pleno siglo veintiuno es prestar servicio militar o pagar. Los 18 años se celebran cargando un arma en un país que quiere hacer la paz. ¿Por qué no aumentar las posibilidades y permitir que los niños de Colombia imaginen un futuro diferente a hacer filas y disparar?
El cambio climático surge como una posibilidad. Jóvenes que siembren, protejan. La posibilidad de prestar un servicio ambiental en vez de uno militar resulta esencial en un país como el nuestro. La guerra nos ha quitado suficiente como para seguir echándole leña. Ella es el mayor incendio que no hemos sido capaces de apagar. Debemos dejar de alimentarlo con jóvenes que tienen la posibilidad de soñar. En cualquier caso, el servicio ambiental no debería ser obligatorio. Ningún “servicio” debería serlo. Sin embargo, ante la imposibilidad de frenar el miedo y el populismo, por lo menos debería existir una opción diferente a disparar. Esa opción es la que he visto los últimos días desde la ventana.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/martin-posada/