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Medellín lleva cuatro años en el ojo del huracán. La administración corrupta de Daniel Quintero ha acaparado todos los flashes y ha tenido encima a los ciudadanos, las veedurías, la prensa y los entes de control. Sin embargo, el departamento y su gobernación han pasado a un segundo lugar política y mediáticamente y este fenómeno no se remonta únicamente al gobierno. En elecciones, la disputa por la alcaldía de Medellín es más trascendente que la de gobernación de Antioquia, incluso, la gente tiene más claro por quién votar al concejo distrital, que a la asamblea departamental.

Esto denota que la desconexión de la ciudad con el departamento y la región no es solo un asunto administrativo, es también un centralismo arraigado en el inconsciente colectivo, uno que desconoce la importancia de la conexión con las demás subregiones y lo transversal de ciertos proyectos estratégicos como tuéneles, vías, embalses, puertos y relaciones comerciales.

 “Mucho ojo con Medellín” escucha uno en la calle y en las conversaciones con los cercanos, pero ¿dónde queda la preocupación por Antioquia? ¿es que acaso una mala gobernación no nos afecta? ¿qué pasa si el cartel de la contratación lo dejamos de tener en el piso 12 de un edificio y lo pasamos al del edificio del frente? Los recursos del departamento merecen igual o incluso mayor control y veeduría que los de Medellín y parece no haber voluntad política para hacerlo.

 Solo con mencionar algunos de los nombres que quieren llegar a tomar las riendas de Antioquia desde el primero de enero de 2024 saltan las alarmas. Luis Pérez es quien encabeza la intención de voto, pero se oyen denuncias sobre sus presuntos vínculos con paramilitares y mafiosos, la dudosa procedencia de su fortuna y los escándalos en la contratación y ejecución de proyectos como el Central Park en Bello.

También está Mauricio Tobón, hombre cercano a Pérez y Quintero –con quienes lo unen, no solo las mismas formas de hacer política, también negocios e intereses personales- de él se recuerda su cuestionada gestión al frente del IDEA y hoy quiere cautivar a los antioqueños con un discurso que raya en el regionalismo y la xenofobia.

 Adicionalmente está Fredy Esteban Restrepo candidato de Independientes y mano derecha de los hermanos Quintero Calle desde años atrás. De Restrepo se sabe que está salpicado en más de un escándalo por su desempeño en la administración de turno, que llenó de puestos corbata varias entidades y que se enriqueció de forma sorprendente en estos cuatro años, como lo denunció El Colombiano en una investigación.

Otro de los candidatos es Julián Bedoya, quien a última hora recibió el aval de un partido afro del Atlántico y que lleva un proceso penal por presuntamente falsear su título universitario. Asimismo, Andrés Julián Rendón a quien se ha cuestionado por un tema de predios y valorización durante su gestión en Rionegro y que hoy posa de aliado con Eugenio Prieto, cercano a los liberales de envigado, quienes están salpicados por la contratación con Reforestadora el Líbano en el escándalo del Jardín Botánico.

 Ahondar en la relaciones y acciones non sanctas de los candidatos ameritaría una columna para cada uno, pero esto solo pretende ser un abrebocas y un llamado de atención a los votantes. Antioquia está en peligro de padecer lo que tuvo que sufrir Medellín durante cuatro años si alguno de ellos resulta victorioso el 29 de octubre.

Pero, más allá de eso, esta es una invitación a que la antioqueñidad no se limite al fervor con el que se canta un himno, sino que trascienda a una preocupación real por el bienestar de los habitantes del departamento, por la transparencia en la administración pública y la gestión de los recursos y por el ejercicio de una ciudadanía activa, vigilante y responsable. ¡Oh, libertad!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/samuel-machado/

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