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Hace como un mes, un amigo me invitó a correr la media maratón de Bogotá y no supe cómo decirle que no. Tal vez debí hacerlo, decirle que no, porque sabía que, a pesar de que me gusta correr, hacía mucho tiempo que no entrenaba, por lo cual no parecía una buena idea correr los 21 kilómetros de buenas a primeras.

Un entrenamiento básico para correr una media maratón puede tomar unas 12 semanas pero yo apenas contaba con 4. Entrené fuerte para tratar de llegar a punto al día de la carrera aunque sabía que era prácticamente imposible lograr un tiempo decente. Llevaba varios años sin correr y por supuesto en los entrenamientos supe que andaba lento. Para colmo de males, durante la semana previa a la carrera, tuve que trasnochar mucho y tampoco pude entrenar.

En efecto, pude seguir el ritmo de mi amigo durante los primeros kilómetros, sin embargo, poco a poco me fui quedando atrás. La media maratón  de Bogotá es una carrera difícil. Durante los primeros 7 kilómetros hay que superar una pendiente muy sutil pero desgastante y la altura de la ciudad hace que sea muy difícil respirar. Durante esos primeros kilómetros comencé a sentir que el lumbago que me acompaña hace algunos años, reaparecía poco a poco.

Antes de llegar al kilómetro 13 ya no pude más. El dolor de espalda se hizo cada vez más fuerte hasta el punto en que llegué a pesar que necesitaría ayuda para moverme. Me senté en un paradero de buses, y mientras hacía algunos ejercicios para aliviar el dolor, observaba cómo muchas personas avanzaban a su propio ritmo. Gente de todo tipo pasaba frente a mis ojos mientras yo solo pensaba en retirarme. Ellos van a poder y yo no, me repetía.

Afortunadamente los estiramientos aliviaron un poco el dolor y me permitieron alternar la caminata y el trote durante los 8 kilómetros restantes. Suena fácil, pero fueron eternos. Al dolor de espalda se fueron sumando algunos calambres. Renegué y lloré, pero seguí. Mi meta era llegar. Durante el último kilómetro los dolores cedieron, tal vez por la adrenalina y pude cruzar la meta corriendo, como quería.

Completar el circuito y llegar a la meta fue una experiencia liberadora. Vi gente quejándose por no haber logrado el tiempo que se habían propuesto, pero yo estaba feliz con mi tiempo de mierda. 14.762 personas cruzaron la meta antes que yo. Y no me importa, yo solo quería llegar. Comencé corriendo una media maratón por no saber decir que no y terminé reconectándome con un hobby que lamentablemente había dejado en el pasado.

Un par de días después de la carrera, por cosas de la vida, volví a pasar por el aquel paradero de bus en el que tuve la oportunidad de rendirme y no lo hice. Para mí, sigue siendo un misterio cómo no lo hice; cómo no mandé la carrera para la mierda. Era fácil hacerlo. Esta sería una columna de otro tema.

Tal vez fue el hecho de ver a tantas personas, caminando a su manera, avanzando en el circuito al ritmo que les daba la gana. Allí, sentado en ese paradero de buses, pensé que había un lugar para mí entre ellos. Ni más rápido ni más despacio. Cada que pase por ese lugar me recordaré a mí mismo cavilando mientras intentaba aliviar mi dolor de espalda, pero también pensaré en aquel misterio que se esconde tras la voluntad de quienes van a su ritmo y a su manera.

¡Nos vemos en la media maratón de Bogotá del 2024!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/miguel-silva/

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