Piense en sus seres queridos, su mamá o su papá, sus hermanas o hermanos, su pareja, sus hijas o hijos, las primas o los primos, los tíos o las tías, piense en sus amigas o amigos de toda la vida e imagínese que fueron asesinados. Apuesto que la imagen le movió las fibras más íntimas.
Eso le pasó realmente a los entrañables de 13.709 personas que fueron víctimas de homicidio en 2021 en Colombia. Más allá de las comparaciones estadísticas y de las explicaciones oficiales, de los relatos que mezclan confrontaciones y presencia de distintas organizaciones delincuenciales que luchan por el control de sofisticados enclaves de rentas ilegales tan variopintas como los cultivos de coca y marihuana, las plazas de vicio o los prestamos de gota a gota, entre otros. Los homicidios en Colombia no pueden ser solo tratados como estadísticas frías y descorazonadas, deshumanizadas al máximo nivel, que no motiven a una acción pública y privada más contundente que cierre filas a la normalización del fenómeno.
La tragedia humanitaria más grave del país se cocina en una mezcla de indiferencias en donde pensamos que antes estábamos peor y ocultamos un hecho innegable: que mientras no pensemos en esto como una prioridad de política pública la existencia misma de la democracia se pone en entredicho porque si eso que llamamos Estado no está presente y es efectivo para proteger el bien esencial de un ciudadano, que es su vida, entonces ¿para qué tenemos al Estado?
En el camino por la elección de un nuevo gobierno nacional resulta imperativo pedir y propender porque uno de los asuntos claves que la nueva o el nuevo mandatorio del país debe tener en los puntos más altos de su agenda sea la de dedicar sus esfuerzos a parar el desangre que implica una cifra tan alta de homicidios, que puede ser peor en otros países, pero que no es políticamente aceptable ni internacionalmente comparable.
De nada sirven las ideaciones de política pública de defensa y seguridad, y las reformas a organismos de seguridad y justicia si el objetivo máximo del accionar público en este sector no está encaminado a reducir los homicidios. Claro que a los ciudadanos nos importa que no nos hurten o extorsionen, claro que es relevante hablar de como garantizar espacios públicos sanos de la exposición al consumo de alcohol y drogas para menores de edad, pero lo más apremiante que debe hacer un gobernante o aquel que pretenda ser el máximo dignatario de los colombianos es tener un foco claro por contener la comisión de homicidios, por reducir el desangre que en 2021 llevó a que se aniquilaran los suspiros de 13.709 seres humanos.
No hay homicidios aceptables, no hay un número tolerable de asesinatos por año, no importan las circunstancias en las que los homicidios ocurren, nada puede justificarlos. Nada justifica el homicidio – feminicidio
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