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vergüenza

Del lat. verecundia.

1. f. Turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante.

vergüenza ajena

1. f. vergüenza que se siente por lo que hacen o dicen otros.

<< ¿Eres colombiana? >>

¿Qué digo? Pasa la historia de mi país por mi cabeza, después, la esperanza de que conozca nuestra música, luego recuerdo que Netflix nos puso de moda con delincuentes de serie. Se me cruza la imagen del mapa biodiverso, los dos océanos. Caigo en cuenta de que acabamos de elegir presidente. Viene a mi cabeza el recuerdo María, la niña hermosa que conocí en Vigía del Fuerte en medio de un enfrentamiento armado.

< si, si soy > digo avergonzada después de las sumas y restas.

<< ah qué bien, hace poco visité tu país>>

Hablo de Colombia con orgullo, ocultando lo que siento.

Esta vez me salvé. Entre cuentos y preguntas de extranjeros, comparaciones de palabras, risas por los acentos -lo típico- pude escabullirme e ir desruborizando mis mejillas que ya empezaban a parecer en verano.

Era una pesadilla. Una que se repite. No siempre es igual. A veces me preguntan si soy colombiana, otros sueños suceden estando en mi país. ¿Dónde vives?, ¿Dónde estudiaste? ¿Sabes el significado de la palabra Preto? Otras veces no hay preguntas, solo me veo paseando por una calle de cualquier barrio y todas las miradas se posan sobre mí. Me doy cuenta de que no encajo, que parezco turista, que me muevo con miedo, que no puedo disimular que no soy de allí y que no se tampoco de dónde.

¿Qué me avergüenza en mis sueños, pesadillas y trasnochos? ¿Ser de donde soy, el barrio y el país en que nací? ¿la familia de la que provengo? ¿la clase social asignada al nacer? ¿los compañeros de colegio que me tocaron? ¿la ignorancia?

No es justo. Lo sé. No es mi culpa. Lo sé. Hago lo que puedo. Lo sé.

Amo el lugar donde nací, para que no quede duda. Pero dos realidades pueden ser contrarias y ciertas al mismo tiempo. También siento vergüenza.

Lo que lleva a tapar mi cara, a querer escabullirme o esconderme debajo de una mesa, no es mi país. Porque a quién podría avergonzarle tantas lenguas indígenas, una comunidad Afrocolombiana llena de fuerza y sabrosura, ser la capital de la música urbana llena de mensajes de resistencia, ser el país con más aves del mundo, ser corredor del jaguar, cuna del realismo mágico y de Policarpa. El país que aprobó el aborto por banderas de mujeres activistas y que tiene jóvenes que sentaron un país a reflexionar. No, no es eso lo que me quita el sueño, eso me hace querer despertar.

Siento vergüenza por quienes no lo ven. Por quienes no lo ven a tiempo. Por quienes usan el conocimiento para ganar elecciones y luego les dan la espalda. Me avergüenzan también los que usan la pobreza de nuestro país para acumular méritos, capital, papers, conferencias en el exterior, pero que aquí no hacen nada. Me dan pena ajena esos que tiene normalizado decir “ellos” para referirse al 90% de la población.

Los que trabajan en semana por causas justa y el fin de semana creen que descansar es lo olvidarlo. Me hacen morir de pena los que venden productos en la base de la pirámide y no han caminado las calles. Los que creen que se lo juegan todo en unas elecciones, ignorando que en este país la mayoría se lo juega todo a diario.

Los que se detienen con menor sorpresa ante un feminicidio que ante la subida del dólar.

Me avergüenza que las letras de nuestros artistas tengan que estar cargadas de reclamos. Que cuando su arte refleja lo que ve, sea siempre sangre, injusticia, muerte. Que haya que reivindicar que existen.

Me da mucha vergüenza que reproduzcamos la sangrienta historia de la colonia, que sigamos dejando sangre en el Sur por la riqueza del Norte. Me avergüenzan las fotos de las juntas directivas y las reuniones de los políticos. Mayoría hombres, casi siempre de camisa azul, sin sonrisas. Me avergüenza que, para simpatizar con las personas, se tomen fotos comiendo lo que la gente come todos los días o abrazando a un trabajador en la calle. Me avergüenza que digan que estuvieron en la “comuna” para tener superioridad moral, pero la visitaron de tenis y camiseta blanca, como si fueran de paseo a donde vive todo el mundo.

Estas elecciones me avergüenzan, pero no me impresionan, tampoco me asustan tanto. Al otro día todo seguirá igual.

Los que ya trabajamos por este país, con garra, lo seguiremos haciendo. Esto no detiene ni una pizca de nuestros ánimos. Los que nunca lo han hecho, seguirán sin hacerlo, ahora con una nueva excusa. Los que no saben lo que está pasando, no se enterarán tampoco. Ese 1% de personas que me hacen sentir vergüenza, seguirán siendo el 1%.

<< ¿Eres colombiana? >>

Pasa por mi cabeza donde trabajo, mis amigos negros, indígenas, campesinos, mis fiestas al lado de ríos, mis ex novios artistas urbanos, mi amor por la comida colombiana, las banderas que he izado, los políticos con quienes no hablo, los políticos con quienes si hablo, las preguntas abiertas de clase social, las mujeres con corazones y úteros fuertes que conozco, las feministas, los puños que he visto alzar resistiendo, las lágrimas que he visto derramar de alegría cuando hay justicia.

Entonces en este nuevo sueño digo << si, si soy colombiana >>

Esta vez, el 99% de mi país me hace responder sin vergüenza. Y sé que un día, el 1% hará menos ruido, tomará menos decisiones, abrirá la ventana de su casa y se dará cuenta donde nació y sabrá que no fue un error de cálculo. Que es aquí de donde son y que el 99% le da la bienvenida cuando quieran ir a la calle, que no tienen que ponerse tenis ni camisetas blancas, que para salir no tienen que disimular quienes son porque además ya se sabía.

Ese día, que llegará, empezaremos a ser un país. Uno solo.

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