¡Viva la traición!

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El presidente de Colombia Gustavo Petro no es un traidor, como se refiere él al ex-secretario general de la Cancillería José Antonio Salazar, en realidad Petro es un fanático.

El pasado 26 de febrero Petro publicó en X: “El secretario general de la cancillería nos ha traicionado. Se firma su insubsistencia inmediata”. Petro tildó a este funcionario de traidor porque según él, en el proceso para “suministrar, formalizar y prestar el servicio de impresión, almacenamiento y entrega” de pasaportes, el “contrato es corrupto”.

Precisamente esta semana la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado denunció a Salazar ante la Fiscalía General de la Nación por “falsedad en documento público, interés indebido en la celebración de contratos, prevaricato por acción y abuso de función pública”. Serán las autoridades judiciales las encargadas de determinar la responsabilidad del ex-secretario general de la Cancillería, pero lo que no me deja de dar vueltas en la cabeza es el señalamiento de “traidor” que hace el presidente a un funcionario que se aparta de sus designios.

En el libro “Elogio de la traición”, los autores Denis Jeambar y Yves Roucaute sostienen que la democracia, como sistema político abierto donde gobiernan los ciudadanos, contempla la necesidad de adaptarse constantemente, al mejor estilo darwiniano, a los cambios del gran sistema social dentro del cual está inscrita; mientras la democracia que no tiene esa capacidad de adaptación, refleja un sistema político cerrado en el que el gobernante es quien impone unos cambios para que los ciudadanos sigan sus ideas como si fueran fanáticos. Lo que los moralistas llaman traición hace parte de las democracias, mientras la adhesión ciega a las personas o a las ideologías caracteriza las autocracias.

Petro es un moralista y no un demócrata como dijo ser, y por eso fue incapaz de gobernar con quienes pensaban diferente a él, como Gaviria, Ocampo, Lopez, González, entre otros. Por el contrario, cada vez está más sólo y se ha tenido que rodear de un séquito de fanáticos, ovejas que le siguen con fé, sin ninguna capacidad de cuestionar a su líder, que más parece un pastor. Por algo el presidente es tan cercano al pastor Alfredo Saade.

Para el investigador Alejandro Reyes Posada: “el llamado traidor es un demócrata por naturaleza, está atento a las corrientes cambiantes de opinión y a nuevas circunstancias, y es capaz de llegar a compromisos que salven el consenso mínimo para preservar el Estado y los intereses de la sociedad a largo plazo. El traidor puede gobernar con sus adversarios, a quienes exige una dosis igual de traición a sus anteriores posiciones”.

¿Petro fue capaz de gobernar con sus adversarios? En parte sí, con sus contrincantes políticos (los tecnócratas, entre otros), pero por muy poco tiempo, y con los antagonistas ideológicos (los Conservadores, por ejemplo), pero a punta de “mermelada”. De hecho hace poco afirmó que convocar a todas las fuerzas políticas del país a un gran acuerdo nacional había sido un error.

“El gran traidor es respetuoso de la ley y la diplomacia, esos frutos maduros de la mentira, la transacción y el compromiso. Sacrifica la inercia del pasado para abrir camino al futuro” nos dice Reyes. ¿Ustedes creen que Petro respeta la ley y la diplomacia? Ahí les dejo la pregunta, pero les recuerdo que fue precisamente en la Cancillería, la entidad encargada de la diplomacia, donde se originó la polémica alrededor de la “traición” de un funcionario al gobierno. Petro no ha sido capaz de sacrificar la inercia de las formas de hacer política que vienen del pasado en Colombia, para abrir camino al futuro que vendió la idea del “cambio”, por el contrario, con toda esta polémica alrededor del caso de los pasaportes parece profundizar al país en ese letargo.

“El traidor es fiel a la democracia, que le niega el poder absoluto y cuyos límites conoce y respeta, mientras el caudillo se identifica con el poder y pretende que nadie más lo dispute ni lo limite” termina Reyes. Según esto, y después de la cortina de humo alrededor de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, ¿para ustedes Petro sería un traidor o un caudillo? El presidente sí conoce los límites de la Constitución, como militante del M19 seguramente participó en su elaboración y como miembro del congreso también hizo parte de la construcción de las leyes, pero no respeta ni la una ni las otras. Petro es un megalómano que cree, como Luis XIV, que el estado es él o que él es el estado, y por esto requiere una constitución que refleje sus delirios de grandeza.

Ya para terminar, a propósito de la actualidad del conflicto entre Israel y Palestina, retomo también el libro “Contra el fanatismo” de Amos Oz, en el cual dice: “creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar” para congregarles en torno a un líder y a unas ideas en común, como lo está haciendo Petro en la actualidad, con su vana idea de una nueva Constitución.

Es por esto que dice Oz: “no convertirse en fanático significa ser, hasta cierto punto y de alguna forma, un traidor a ojos del fanático”.

La diferencia entre el fanático y el traidor, es que el primero cree que los ciudadanos deben cambiar para adaptarse al gobernante; mientras el segundo piensa que el gobernante es quien debe adaptarse a los cambios de la sociedad. Yo soy, entonces, un traidor y que: ¡viva la traición!.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-suescun/

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