Hace unos días fui otra. Viví eso que uno cree que les pasa solo a los demás. Recibí los resultados de un examen médico que me hacía por primera vez y leí las tinieblas. Recomendaban otro examen para ver bien. Pedí la cita como quien agarra un teléfono por última vez. La dieron para ocho días después, tras un fin de semana largo. La eternidad entre las tinieblas. Mis padres se iban de paseo y no podía mandarles las tinieblas a ellos, así que me callé, dispuesta a pasar esa eternidad con la granada en la mano. Pasó la primera noche. Infinita. La capacidad de imaginar exaltada, todo lo que no haría, todo lo urgente, todo lo irrelevante. Llamé nuevamente a ver si habían cancelado alguna cita, le hablé desde las tinieblas a la mujer que me respondió y ella se encargó, me llamó después, que fuera inmediatamente. Fui. No pasaba nada. El otro examen siempre sería inconcluso en mi tipo de tejidos. Estaba perfectamente. Y el cielo se iluminó.
Vivimos, tantas veces, enrollados en la irrelevancia, furiosos, faltos de perspectiva y de compasión. ¿Saben? Todos llevamos dolores dentro. Miedos. Todos a veces miramos el pavor a los ojos. Y caminamos por ahí con eso atravesado en la garganta. Por eso tendríamos que ser más compasivos. No tenemos idea de lo que pasa dentro de ese otro al que juzgamos con tanta ligereza, al que miramos con hielo. El hoy de cada uno es lo único que existe. Si fuéramos más conscientes de eso, habría menos violencia. Y nos gastaríamos menos de ese tiempo que se escurre y que es lo único en envenenar el de los demás.
Me voy, fuera de las tinieblas, unas semanas de viaje. Me voy a vivir mi tiempo cierto como más amo, como más viva me siento. Me voy a seguir recordando la importancia de mantener los ojos y el corazón abiertos. A seguirme llenando de diversidad y colores desconocidos para saberme diminuta pero rica en mundo y en ideas y emociones. Me voy a sentir el corazón desbordado maravillándose con la belleza y la exuberancia de este planeta descomunal, bárbaro en belleza y en dolor. Escribió Guillermo Altares que “desde mucho antes de que existiese algo parecido a una conciencia europea, desde aquellos tiempos de las venus de la Edad de Hielo, Europa ha sido una tierra de intercambios y viajes, un territorio de diversidad en el que se mezclan las culturas, las religiones y las lenguas. Nuestras tan cacareadas costumbres son precisamente esas: aprender a convivir con el otro, respetando las mismas leyes. Lo demás es un error, un peligro y el anuncio de que pueden venir tiempos oscuros”. Me voy a seguirme alimentando de eso para fortalecerlo como base para la vida y la escritura y las convicciones. Me voy a abonar la esperanza en tiempos que la reclaman. “Viajar no deja de ser una manera de agradecer el mundo”, escribió Ignacio Peyró. Me voy a agradecer mi cielo iluminado.
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