Escuchar artículo
|
Hace nada —qué son cuatro años en la suma de la eternidad— en algunos lugares en Colombia resultaron ganadoras fuerzas alternativas que fueron una especie de bálsamo para contrarrestar el discurso belicoso que había ganado en las presidenciales.
Fue un momento de resistencia cívica y democrática, en algunos; la manifestación en las urnas de un hastío, para otros. No sé si el asunto nos salió del todo bien. En Medellín no, por supuesto.
En el vaivén de las fobias y las filias políticas, el péndulo se movió con fuerza en este cuatrienio y aquí y allá volverán al poder los perdedores del ayer. Les facilitó el regreso las torpezas (cuando no los delitos) de quienes los derrotaron.
El sacudón antiuribista que ayudó a Quintero a llegar al poder nos dejó con una resaca que no se alivió con su renuncia anticipada. Y el remedio que recibirá la ciudad hoy es más un placebo con regusto autoritario.
Estas elecciones suponen para la ciudad un retorno a sus formas de hace años, a las conocidas que aplacan conciencias y donde todos son aliados, pero que no han podido resolver problemáticas de fondo de esta Medellín tan desigual y sórdida en algunas de sus comunas.
El triunfo de Federico Gutiérrez (su derrota solo podría darse por alguna especie de absurdo electoral que rayara en lo surreal) implicará también un reto para los medios de comunicación que, durante el cuatrienio de Quintero, supieron enseñar las uñas afiladas del contrapoder para dejar en evidencia los malos manejos, las mentiras, las trampas y demás vueltas de tuerca sobre políticas y presupuestos (sobre todo presupuestos) que dejaron en evidencia a quienes han estado ocupando las oficinas de La Alpujarra. El cambio de mando por un candidato al que se han mostrado cercanos nos dejará ver qué tan retráctiles son esas garras y si pasarán de aguerridos tigres a consentidos mininos.
Federico, si las encuestas aciertan, volverá a gobernar sobre una ola de aceptación y respaldo que podrían elevarlo hasta el mareo. No debería de olvidar el futuro alcalde que en este nuevo triunfo hay una suma importante de antiquinterismo, un voto que castiga al gobernante renunciado, que no es lo mismo que una aprobación o cheque en blanco para su segundo gobierno.
Los políticos saben que cuentan, para su beneficio, que sus andanzas se cubren rápido con la pátina del olvido, porque en Colombia, como dijo García Márquez, uno se puede ir 20 años y nada cambia, pero se va una semana y parece que se acaba el mundo.
A mí no se me olvida que este Federico que ganará hoy es el mismo que gastó miles de millones en su imagen, que fungió de sheriff, que quiso pasar por encima de la justicia y ser él también juez y verdugo. El mismo que creó bodegas de redes para fortalecer su presencia y que perfiló a sus contradictores políticos, vaya unos a saber con qué fin. El mismo que le dio la espalda a la agenda de paz que necesita esta ciudad.
Pueda ser que las veedurías ciudadanas, que fortalecieron y alzaron la voz durante esta casi media década perdida, no bajen el tonoahora.
En fin ¡alea iacta est! Vamos a ver cómo nos va.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/