Una protopia para Medellín

Una protopia para Medellín

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¿Cuál es el futuro que queremos para Medellín? El cambio comienza con una pregunta que activa nuestro poder imaginativo. Visualizamos lo que aún no es realidad para convertirlo en un objetivo, una aspiración y, ojalá, también en una realidad. No es un ejercicio inútil y debería ser un ejercicio ciudadano permanente. La ciudad y la experiencia que vivimos en ella no son un concepto abstracto, sino el resultado de las decisiones y los comportamientos de las millones de personas que la habitan. Mirando al presente de Medellín me pregunto, ¿la ciudad se dirige hacia la distopía o la utopía?, ¿qué visión se necesita crear hoy?

La pregunta surge al caminar por esta ciudad, desde el Norte hasta el Sur, como he venido haciendo en estas últimas semanas. La pandemia me había alejado de los barrios más populares y ha sido una alegría tener la oportunidad de volver a caminar por las calles de varios de sus barrios y encontrarme con amigos que viven en esas comunidades. Pero lamentablemente, la imagen que me llevo no causa alegría.

Caminar por Medellín me ha parecido como entrar en una casa que ha sido abandonada por sus inquilinos desde hace unos años. Los muebles están cubiertos de polvo y las telarañas cubren las paredes corroídas por el moho. En Provenza, uno se tropieza todo el tiempo con una horda de clientes de turismo sexual. Las canchas del Inder en los barrios están en mal estado. Los combos no disparan, pero siguen siendo los árbitros de muchas dinámicas sociales. En estos días no pude subir a un barrio porque había un paro armado. Hoy Medellín parece ser una ciudad sin orgullo o, más precisamente, sin un presente del cual estar orgullosos. Es una urbe que parece deslizarse hacia la distopía.

A pesar de su presente sombrío, no faltan las semillas de esperanza. Hace unos días, por ejemplo, en el Museo de Arte Moderno hubo una noche de gala para la primera entrega de los Premios Fénix por iniciativa de un grupo de artistas y gestores culturales que una vez más resaltó la importancia del arte para esta ciudad. Más de doscientas propuestas participaron en la convocatoria donde se lucieron y ganaron artistas como Pirañas Crew, Souldier y Unión Latina. Es lo que desde hace años me sigue asombrando de Medellín: la alta concentración de talento en todos los campos humanos, desde el arte hasta el emprendimiento y la innovación. En la buena calidad del talento radica la posibilidad de un futuro bonito para Medellín.

Pero pensar en este futuro no significa imaginar una utopía; un horizonte deseado pero inalcanzable. Más bien, la ciudad hoy necesita la generación de una protopia; un horizonte de progreso, progresión y posibilidad. Se trata de crear una articulación amplia que identifique en los desafíos que la ciudad vive hoy la oportunidad para crear una ciudad habitable, sostenible, con oportunidades para todos. Una ciudad donde el mérito valga más que un apellido.

Protopia es un término acuñado por Kevin Kelly en el año 2009, quien es un futurista y fundador de la revista Wired. Esta palabra describe una sociedad que, en lugar de resolver todos sus problemas como una utopía o caer en una terrible disfunción como una distopía, avanza de manera incremental apalancando también el progreso tecnológico. Actualmente, este término se interpreta de manera más amplia, incluyendo criterios de inclusión social y económica. Por eso, la protopia trasciende las posturas dogmáticas e ideológicas, abriendo los espacios para imaginar juntos cuál es el progreso que Medellín necesita para resolver los desafíos de la pobreza, del hambre, de la contaminación y de la renta criminal. Se trata de enraizar nuestra imaginación para Medellín en realidad concreta de la ciudad, mientras simultáneamente imaginamos posibilidades más allá de ella. Solo así podremos ser verdaderamente visionarios y evitar caer en una distopía.

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