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Un pie, luego el otro.
Que no se te olviden las piernas.
Un pie, luego el otro.
Respira.
¡Texturas! Pensar en texturas ayuda.
No te ahogues. Respira.
Un pie, luego el otro.
Camina.
Quisiera hacerlo pequeño.
Sentir que lo muevo, que va conmigo.
Que no permanezca,
para que no regrese. Para que no dé más vueltas.
Un pie, luego el otro.
Que no se te olviden las piernas.
Camina. Texturas. Respira.
Pido que la noche llegue en este día.
Un paso por delante, un momento de eternidad.
Sentir a dios es sentir que me muevo,
que olvido, perdono, y camino.
No puedo.
Paso sin saber si hay algo adelante o si el dolor que me cierra se apaciguará mañana.
Este instante, que se mueve rápidamente y no reconozco, es la certeza del día.
“Camina”, oigo en mí.
Que me mueva, no pare, y resista.
Este día es hacerme nueva.
Un pie, luego el otro.
Respira.
¡Texturas!
Un segundo.
Resiste.
Un pie, luego el otro.
Camina y adiós.
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Este es un texto que escribí hace un tiempo en un taller de escritura. Decidí publicarlo después de recibir hoy la pregunta de si creo en dios. La respuesta es sencilla y está ya trazada en otra de mis columnas: sé que creo en dios porque conocí lo trascendente el día en el que pude seguir caminando. Este escrito lo conservo como recordatorio de seguir avanzando.
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