“Es tan desgarradora la violencia cuando tiene lugar en una casa… como ver ropa colgando en un árbol después de una explosión. Puedes estar preparado para ver la muerte, pero no la ropa en el árbol”, escribió Philip Roth en La conjura contra América, y al leerlo pensé en que llevamos casi dos años viendo la ropa en el árbol. Toneladas de jirones de lo que fue la vida. Desearía uno que quienes no sienten nada al enfrentarse a los despojos, así como quienes miran hacia otro lado, fueran una absoluta minoría dentro de este silencio ensordecedor. Es decir, que la mayoría de quienes no han aullado por Gaza sea porque están atónitos frente a la ropa en el árbol y no por crueldad ni por indiferencia.
Son tiempos únicos para identificar la valentía y la cobardía, la humanidad y la bestialidad. Así que hay que nombrar y resaltar a los valientes y los cobardes para que nada sea en vano. Una gigante de la valentía y la humanidad ha sido la abogada italiana Francesca Albanese, relatora especial de Naciones Unidas para los territorios palestinos, que parece que cada vez que habla sobre este genocidio fuera la primera. Como si descubriera el horror una y otra vez. No disminuyen su energía ni su dolor ni su desconcierto frente a quienes no reconocen la insania. Recordó Antonio Muñoz Molina a Borges cuando decía que los seres humanos poseen “la temible potestad de elegir el infierno” y pensé en el monstruo de Netanyahu proponiendo a la zanahoria delirante para el Premio Nobel de la Paz. En un mundo vivo y vivible ese reconocimiento —si significa algo— tendría que ser para Francesca Albanese (sancionada en cambio por el gobierno de la zanahoria), que es quien se está quedando sin garganta, gastándose el alma, desafiando los poderes más malignos para que los árboles vuelvan a tener hojas y flores en vez de jirones humanos y animales.
Francesca Albanese representa el valor descomunal de los periodistas que no paran de informar desde Gaza, bajo las bombas y los restos de sus familias, y la convicción de periodistas, escritores y ciudadanos de todo el mundo que desafiamos la censura y otros riesgos, así como el afecto y la paciencia de quienes no quieren incomodarse con suciedades lejanas. Como escribió la poeta Andrea Gibson, “deja que tu corazón se rompa, para que no lo haga tu espíritu”.
El ex primer ministro de Israel Ehud Olmert, ejemplo de lucidez y coraje en un estado que hoy encarna el mesianismo y la bestialidad, habló en un podcast sobre este horror. Mencionó al también ex primer ministro Menachem Begin como ejemplo de un político valiente que fue capaz de hacer exactamente lo opuesto a lo que había prometido, lo opuesto a lo que había sido su visión por mucho tiempo, simplemente porque las circunstancias así lo requerían. Dijo que un político solo puede lograr algo grande, cambiar las cosas, cuando hace lo inesperado (pensemos en Juan Manuel Santos). A la pregunta de qué le propondría él a la sociedad israelí si estuviera hoy en el poder respondió que lo primero sería cambiar la conversación, eso que vienen diciéndoles a los ciudadanos desde hace quince años acerca de su permanente amenaza y de que Israel está en riesgo de desaparecer a manos de mil enemigos distintos. Propondría una nueva conversación con la sociedad basada en la esperanza.
Convendría evaluar mejor cómo se busca realmente la paz. Dijo el historiador Javier Moreno Luzón que “los nacionalistas están enfermos de pasado”. La esperanza es siempre sobre el futuro. Hay que saber levantar la mirada, que se supone es una capacidad que le ayudó al ser humano a evolucionar. Se preguntaba alguien en Twitter si el horror que vemos hoy en el mundo será el punto más alto o solo el preámbulo de lo que viene. Ojalá conservemos el espíritu y el futuro esté lleno de árboles vivos, verdes y frondosos que seamos capaces de mirar.
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