Escuchar artículo
|
En su lecho de muerte, Liu Bei le dijo a su hijo Liu Shan: Trabaja duro, ¡cada vez más duro! No cargues con el mal aunque sea pequeño y no dejes de hacer el bien aunque parezca insignificante. Sólo la virtud y la bondad mueven el corazón de las personas. Tu padre no tuvo virtud y por eso no debes emularme.
Liu Bei, a quien le fue otorgado el nombre Xuande en su adultez, fue a mi parecer un hombre en exceso virtuoso. Con la esperanza de salvar la dinastía Han, de la cual era miembro lejano, estableció junto a Zhang Fei y Guan Yu el Pacto de la huerta de duraznos, donde los tres amigos cimentaron su fuerte vínculo jurando luchar por la justicia y prometiendo morir al mismo tiempo.
Xuande luchó contra la Rebelión de los turbantes amarillos, después contra la tiranía de Dong Zhuo quien había secuestrado al último emperador Han y declaró la guerra a Cao Cao quien también lo secuestró posteriormente. Siempre escuchó el consejo de sabios y nunca se consideró más que nadie. Yuan Shao -uno de sus aliados- dijo una vez “Xuande es un hombre liberal y refinado. También se le conoce como una persona confiable y correcta”.
Su humildad, valentía y bondad fueron infinitas y su consideración por el pueblo fue honesta en una época en la que señores de la guerra se alzaban por el deseo de gloria y beneficio propios. Conociendo su historia, me es imposible dejar de reconocer su gran virtud.
Tu padre no tuvo virtud y por eso no debes emularme.
Esta última frase es para mí una de las cosas más interesantes en la novela clásica china El Romance de Los Tres Reinos. Me lleva a un pensamiento de esos sobre los que me gusta rumiar: todo padre desea que su hijo sea mejor que sí mismo y todo hijo desea superar a su padre.
Todos queremos ser mejores que nuestros padres; me refiero a que queremos ser más virtuosos -aunque definamos de formas distintas la virtud-. En mi caso personal, la tengo muy difícil; puedo decir, como diría cualquiera, que el mío es el mejor papá del mundo, pero creo que objetivamente es real que mi padre ha dejado la vara muy alta.
De mi papá he aprendido la mayoría de los valores que hoy guían mi vida: rectitud, respeto, sinceridad, bondad, autodominio, amor, gratitud, perdón, compasión, mutuo cuidado y muchas cosas más. Como pudo hacerlo Liu Shan, yo puedo decir que mi padre es la persona más virtuosa que conozco.
Es mi padre quien me ha dicho muchas veces “las emociones dañan los principios y los principios perfeccionan las emociones”; su persona constituye uno de los mínimos que me propongo al pensar en la persona que me gustaría ser.
Al igual que Liu Bei, mi papá sabe que no es perfecto. Yo mismo he visto y he aprendido de sus muchos errores. Igualmente y de forma curiosa, mi padre es el tipo de persona que al final de sus días diría a manera de exhortación: Tu padre no tuvo virtud y por eso no debes emularme. Sé de primera mano que desde el inicio de mis días y hasta el último de los suyos, uno de sus mayores deseos ha sido y será que yo pueda superarlo.
Se me hace interesante que entre padres e hijos exista esta relación, y es mucho más interesante saber que mi padre y yo pensamos igual que dos personas de la China del año 223. Yo mismo quiero poner la vara alta para mis hijos y sé, que si algún día logro ser tan sólo una fracción de lo que mi padre ha sido, habré llegado a ser un hombre virtuoso como Liu Bei.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/