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Antonia Restrepo

Sucumbir a la nostalgia

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"Estamos romantizando la crisis y el liderazgo. Vivimos en un mundo que romantiza la crisis, que encuentra en ella la respuesta al ser adictos a la inmediatez, a los múltiples flujos de información y a la estimulación constante."

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De los ilustres prohombres líderes antioqueños, de la solidaridad colectiva y resiliencia, de la reflexión, de la meditación, del pensamiento elaborado, consecuente, de la historia de la alianza defensiva por intereses comunes de las élites patronales, de la lucha contra enemigos con valentía y carácter, de la visión compartida de ciudad, de la sabiduría de un tiempo donde las ideas se fraguaban lento. La nostalgia del ayer evoca un deseo intenso de volver hacia un pasado perdido, la melancolía del recuerdo nos aferra a una idea falsa del futuro.

En Medellín estamos esperando la llegada del mesías: Nicanor 2.0. Se habla del agotamiento del modelo Medellín y de la necesidad de un nuevo modelo de gobernanza. Se habla desde hace años de una profunda “crisis de liderazgo”. Como si fuera una verdad absoluta, se repite este dogma en cuanto foro y charla existe, argumentando siempre con un tufillo de nostalgia que “ya no existen líderes cómo los de antes”. Me preocupa este virus de la nostalgia que pretende aferrarnos al pasado pues como decía Hannah Arendt refiriéndose a las situaciones previas a los Estados totalitarios, “cuando los justos pierden la esperanza, los oportunistas pierden el miedo”.

Estamos romantizando la crisis y el liderazgo. Vivimos en un mundo que romantiza la crisis, que encuentra en ella la respuesta al ser adictos a la inmediatez, a los múltiples flujos de información y a la estimulación constante. Yo no estoy segura ni de que Medellín esté en crisis, ni que estemos ante una crisis de liderazgo. Que el modelo de gobernanza de los 90 se haya agotado después de 20 años es natural, históricamente las sociedades han renovado y reevaluado sus estrategias de forma cíclica, preocupante sería si no lo hicieran.

Nuestra creciente adicción a la narrativa de crisis ha ido de la mano con una creciente veneración por el liderazgo. Como individuos, como organizaciones y como sociedades, estamos fascinados con los líderes, sobrevaloramos el papel causal de los líderes a la hora de influir y cambiar nuestras instituciones y sociedades, es por esto que llevamos años esperando a que llegue el próximo prohombre antioqueño capaz de salvarnos. Empecemos a reconocer que el profeta no va a llegar y aprendamos del pasado, pero no sucumbamos a la nostalgia.

Citando a Juan Felipe Gaviria hablando sobre la insignificancia individual, “sólo si reconocemos que el mundo puede vivir sin nosotros, que no somos más imprescindibles que la hormiga que se pasea por la pared de nuestro cuarto en una noche de desvelo, sólo entonces estaremos equipados para afrontar las complejidades de la vida de adultos.”

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