Tipos de contenido

Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Su voz, su lucha

Te podría interesar

Elige el color del texto

Elige el color del texto

Escuchar artículo
PDF

Ser mujer en mi época fue un gran reto, primero porque en mi niñez no entendía por qué los niños tenían la primacía por encima de las niñas en muchos aspectos, notándose desde el hogar y en todos los escenarios sociales, intelectuales y culturales. Oí de labios de mi madre esta frase que llenó de incógnitas mi pensamiento: «Primero hay que darles estudio a los hombres porque ellos son los que tienen en sus hombros la responsabilidad económica de la familia, las mujeres se casan y están en casa criando a sus hijos» y en mi cerebro comenzó la lucha silenciosa por entender esos conceptos, y saqué más tarde esta, mi conclusión: Educaré a mis hijos partiendo del principio que sin importar su sexo, la prioridad la tendrá el más inteligente.

Pasó el tiempo… Tuve 3 niñas, y desde su cuna les inculqué su amor por el estudio, casi que exigiendo que tenían que ser profesionales, porque sería la única forma de lucha para vencer el machismo, la educación, el saber, la preparación y que jamás se sintieran inferiores ante un hombre, y que en el futuro vieran y miraran su pareja de igual a igual y lucharan hombro a hombro en un plano de igualdad.

Fue duro, muy duro para mí porque recibí muchas críticas y burlas de la propia familia. Cuando llegaba con mis niñas de visita decían en tono de burla: «Llegaron las intelectuales de Maria Victoria» Y el otro: «Todas las mujeres que van a la universidad son unas putas» Y yo pensaba… “mis niñas lindas serán las primeras putas de la familia.” Y esos comentarios irónicos y soeces me llenaban de fuerza y decisión para llevar a cabo mi meta.

Y se hizo una realidad. La primera mujer profesional en mi familia fue mi Hija.

Eso me llenó de orgullo y satisfacción y mis otras niñas también obtuvieron sus títulos profesionales con maestrías. Y se empezó a ver en toda la familia su afán por educar también a sus niñas. Un gran logro. Este fue mi aporte al mundo de lucha contra el machismo.

La educación es la única forma de vencer las esclavitudes.

~Maria Victoria Duque Peláez

Ser mujer es lo máximo, a mí me encanta nuestra solidaridad, o, mejor dicho: nuestra complicidad de género; porque sabemos que no ha sido fácil, entonces el logro de una se convierte en un logro para todas. Gracias a todas las que han luchado para que tengamos un mundo mejor, por ellas y para las que vienen, vamos a seguir poniendo nuestro granito de arena para construir esa sociedad justa, segura y feliz que nos merecemos.

~Isabel Jaramillo Ruiz

Esta fecha para mí por muchos años representó una festividad que había que celebrar con mariachis y rosas porque así me lo mostraron desde pequeña. Luego, comprendí que es un día que me recuerda el compromiso que tengo como mujer, porque gracias a otras mujeres que lucharon por nuestros derechos, hoy estoy acá escribiendo esto. Es un día de reflexión sobre los desafíos que todavía existen para las mujeres alrededor del mundo. Desde los feminicidios y el acoso sexual, a la discriminación social y laboral. El 8M es el día para comprometerme conmigo misma a seguir des- aprendiendo prácticas machistas que tengo interiorizadas y seguir aportando en el camino que muchas mujeres nos abrieron.

~Silvana Olaya Zapata

Hace poco alguien me dijo que yo era un espíritu libre y con determinación, y alguien más me dijo que admiraba mi habilidad de pensar antes de emitir un juicio. Ambas cosas me hicieron pensar en que eso que ven en mí es el resultado de muchas horas de introspección, de búsquedas para encontrar lo que de verdad es importante para mí y a qué le doy prioridad en mi vida. Llevo muchos años desaprendiendo todo lo que me dijeron que yo era y debía ser. Descubrir que soy libre y puedo ser quien quiera sin importar cuántas veces me toque reinventarme, ha sido mi lucha más fuerte y mi batalla más larga. Y la más maravillosa y reveladora.

~Amalia Uribe Jaramillo

Mujer de fuego

Desde niña me sentí distinta y como mujer vivo esa certeza con más dudas, más luchas, pero más orgullo y más fuerza. Me ha impulsado un hambre insaciable por la vida, que ha sido tal vez la base de eso que me ha dibujado particular e incómoda ante los demás: una mujer que pregunta y quiere entender; que responde y mira a los ojos; que sueña grande; que necesita cruzar fronteras y no puede parar de leer; que come demasiado y no se pinta las uñas; atraída por hombres que sepan llorar; que adora llorar, pero calificada de brava; que no quiere tener hijos; acostumbrada a disentir; una mujer que jamás será calladita, pero que ama el silencio. Soy una mujer llena de fuego y eso implica luchas llenas de soledad y dolor, pero también de belleza y descubrimiento. Recientemente reconocí muchas de esas luchas dentro de un feminismo que no había nombrado y por tantas reflexiones valiosas les agradezco a esas feministas dedicadas a iluminar el camino. Yo escribo para reflejar mi mirada cambiante, la belleza y el dolor que me impulsan, para celebrar el fuego, mientras sea capaz de vivir.

~Catalina Franco Restrepo

No mentiría si digo que Simone de bouvard, Marcela Lagarde, Rosita Turizo fueron inspiradoras para la construcción de mi personalidad feminista, pero las verdaderas «influencers» de mi reconocimiento como mujer capaz pero con conciencia de mi fragilidad fueron “las Crespos”: las tías, primas y sobre todo mi mamá, que siempre han sabido llevar las riendas de su familia y de su comunidad.

Soy consciente que mucho de esas “riendas” obedecen a la sobrecarga física y cognitiva de las labores domésticas que el patriarcado les sigue imponiendo, pero no solo eso las define, también ha sido su temple a la hora de decidir no continuar relaciones que les afecta, el liderar procesos comunitarios y sociales, el decidir sobre cómo se quieren ver y vestir, y claro está: su autonomía económica. “Las crespos” son esa esencia del feminismo de saberse que más que madres, hermanas o hijas, somos mujeres con autonomía en nuestras decisiones.

Hoy le quiero hacer homenaje como agradecimiento a mi clan de mujeres, el que me saca la piedra muchas veces, pero que no dejo de admirar. Más que “Lina Guisao”, soy en esencia “Lina Crespo”.

~Lina Guisao Crespo

Me autoproclamé como feminista a los 11 años, y entre las miradas incrédulas de los adultos, cultivé mi activismo. He entendido que el feminismo no es solo de mujeres; el feminismo es de las personas jóvenes, de los y las niñas, de las personas negras y racializadas, de la comunidad LGBTIQ+, y de los hombres. El feminismo para mí lo ha sido todo, porque ante descalificaciones he sabido identificar, sin excusar, que la misoginia es un problema de cultura y de sistemas, no de individuos. Ante acosos constantes, la presión de reflejar un estereotipo de belleza en mi propio cuerpo, y calificaciones de «problemática» o «complicada», he encontrado entre las personas feministas un compañerismo infinito. Y en la sororidad encontré la magia que es derribar el patriarcado. Entendí que las competencias entre mujeres no existen, y que todas somos merecedoras de vivir una vida no solo digna sino dichosa. Entonces en el día de la mujer no solo celebro el ser mujer y el conocer a mujeres increíbles que derriban obstáculos patriarcales a diestra y siniestra, sino que también reafirmo mi compromiso por el cambio. Porque merecemos algo mejor. Todos y todas.

~Salomé Beyer Vélez

Para mí, ponernos en pie de lucha como feministas es afrontar la revolución como estilo de vida. Nosotras nos revelamos en cada espacio que habitamos; nos revelamos en nuestros cuerpos, en nuestra piel, en nuestros vientres, en nuestros vellos; nos revelamos en nuestras casas, en la habitación, en la cocina, en las puertas que dividen el mundo de lo público y lo privado; nos revelamos en las calles, en la oficina, en las paradas de bus, en las esquinas, en el Congreso, en los taxis, en las iglesias; nos revelamos ante los que nos aman y ante los que nos dejan de amar cuando empezamos a amarnos a nosotras mismas.

Nuestra lucha es cotidiana, es en todas partes y todo el tiempo. Desfallecer es imposible cuando nosotras mismas somos el símbolo de esa lucha, cuando cada palabra que decimos define nuestra visión del mundo y en lo que deseamos que se convierta esa sociedad en la que ya no cabemos.

Así es como yo he vivido el feminismo, como la decisión ético-política de encarnar la rebeldía y de cuestionar constantemente esos entramados de poder que definen la forma en como estamos relacionándonos entre nosotros, para transformarlos y transformarnos radicalmente.

~Mariana Gutiérrez Peña

Hoy escriben ellas, mujeres a las que llamo abuela, hermana, novia, prima, amiga, colega… todas maestras de la vida, mujeres que me han inspirado, que me han enseñado y de las que he aprendido y des-aprendido tanto. Gracias a ellas por mostrarnos lo equivocados que estamos, por permitirnos pedir perdón por nosotros y por otros, y por permitirnos perdonarnos a nosotros mismos también. Un homenaje hoy y siempre a ellas y a las que estuvieron antes que ellas, por su valentía, su rebeldía, su liderazgo, su fuerza transformadora y su poder, contenidos en ese hilo conductor presente en cada uno de estos escritos, de mujeres que no se conocen o que se llevan muchos años entre sí y que han luchado por su voz, por su autonomía, por su decisión, por derechos, por respeto, por seguridad, por equidad. Escriben esta columna previa al 8 de marzo, así como han escrito en mi conciencia sus reflexiones con su ejemplo, su lucha y sus historias. Mucho aun por aprenderles.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-jaramillo/

4.6/5 - (10 votos)

Te podría interesar