Alonso Salazar, en un texto introductorio a la publicación de las entrevistas que realizó para el proyecto “Las otras memorias”, promovido por Comfama, Confiar y la Universidad de Antioquia, hace un recorrido por las voces de varias personas que jugaron un rol clave desde las  empresas, universidades, organizaciones sociales y culturales en la recuperación de la crisis que vivió Medellín en el tránsito de las décadas de 1980 y 1990.  “Medellín tuvo en los años 90 más sociedad que Estado para enfrentar la que ha sido la peor crisis de su historia. Y dentro de la sociedad civil las primeras acciones significativas se dieron en la periferia y no en quienes, se suponía, cumplían un papel orientador”. Hoy, cuando se vuelve a conversar con desconfianza sobre el rumbo de la ciudad, se hace ineludible mencionar el rol destacado que la ciudadanía jugó en la recuperación de Medellín para salir de la noción del no futuro, cuando, según Salazar, las élites andaban distraídas. 

Hace unos días escuché a un representante de víctimas del municipio de Nariño, Antioquia, en una conversación mediada por la Comisión de la Verdad. Compartía su testimonio en un panel presencial con uno de los responsables de un frente de las antiguas FARC, que durante la guerra operaba en ese municipio. Freddy, sobreviviente de un secuestro, recordó las dos tomas guerrilleras que tuvieron lugar en el municipio, y con especial dolor se refirió a la que ocurrió entre julio y agosto del año 1999 cuando el ataque desmedido de esa guerrilla dejó sin vida a 17 personas, entre muchas otras afectaciones.  

Luego de esos hechos, la respuesta del Estado fue la menos esperada por la población. Pasados unos días, el Ejército y la Policía Nacional se retiraron del municipio por largos once meses en los que dejaron a las FARC como único cuerpo armado con presencia en el territorio. Cuenta Freddy que representantes de esa guerrilla convocaron a la población a una reunión informativa al coliseo para presentar las nuevas reglas que regirían en el pueblo: límites de horarios, controles de ingreso y salida a Medellín, listado de personas que debían abandonar el municipio, entre otras instrucciones y abusos, que todavía cuesta entender que hayan tenido lugar.

Pero lo llamativo de su testimonio fue la historia sobre el rol de la sociedad civil, que pasados los primeros meses y sin ninguna protección, decidieron hacer frente a la situación de forma valiente, sencilla y creativa para responder a los abusos y desplazamientos que seguían ocurriendo en Nariño. “Necesitábamos reunir de nuevo a los representantes de esa guerrilla en el coliseo del pueblo, pero nadie quería asumir la responsabilidad de ser quien los citara, por la consecuencias que ello podía generar, así que nos inventamos un chisme”. Empezaron a decirles a las personas del pueblo que habría una reunión con las FARC en el coliseo, en una fecha y hora muy precisas, que lo habían escuchado en el bar, en la iglesia, en el parque, pero que no sabían de quién era la iniciativa. Y funcionó. 

Población y representantes de esa guerrilla se reunieron en el coliseo del pueblo convocados por un chisme, y mediados por el cura párroco, se enfrentaron con la palabra para poner en conocimiento de las FARC los abusos que ya no estaba dispuestos a seguir resistiendo en ese territorio. Los comandantes sorprendidos no tuvieron otra salida que mediar y ceder en algunos de los reclamos de la población. En Nariño, como en Medellín, también hubo más sociedad que Estado.  

Los tiempos de crisis son también oportunidades para la sociedad civil. Estos días, en los que nos atraviesan preguntas sobre el escenario local, en donde todo parece estar saliéndose de control, son tiempos que deben convocar mayores esfuerzos de la ciudadanía. Pareciera que de nuevo necesitamos más sociedad que Estado. 

Califica esta columna

Compartir

Te podría interesar