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En “Sobre la libertad” Cass Sunstein, señala una idea que me viene dando vueltas en la cabeza hace días, “la libertad de elección” dice “debe ser apreciada, pero hacerlo no es suficiente” (2022, 87). La principal de preocupación de Sunstein, explicada en su trabajo en ciencias del comportamiento, se centra en la “navegabilidad” que tienen las personas para tomar decisiones en la vida real. Es decir, más allá de los principios generales, las elucubraciones filosóficas e incluso, la teoría económica y política, se centra en aumentar la libertad real de las personas para actuar de acuerdo a juicio de ellos mismos y aumentar su bienestar.
La navegabilidad es una idea que alude a la posibilidad de moverse por un escenario vital y tomar decisiones sin obstáculos. Es la libertad de acción, pero más allá de la eliminación de obstáculos evidentes, lo que comúnmente se llama libertad negativa, reconoce que las personas podemos no ser libres para actuar de acuerdo a nuestro propio juicio por asuntos que van desde las imposibilidades materiales hasta los sesgos cognitivos.
Sunstein pone como ejemplo, seguro exagerado, pero funcional, la adicción a una sustancia sicoactiva. Una persona que desarrolla un consumo problemático de alcohol enfrenta -entre muchos otros- un problema de libertad definido en sus dificultades de autocontrol. Y aunque la decisión efectiva sobre ese problema no deba ser la restricción de su libertad de seguir tomando decisiones -por ejemplo, obligarlo a entrar a un programa de rehabilitación o la prohibición de la venta de alcohol- es claro que su bienestar está siendo afectado por su propio comportamiento, algo que incluso podría reconocer él mismo.
El problema en este caso, reconoce Sunstein, es qué tanto debería intervenir un tercero como el Estado, en la delimitación de la libertad de decisión de esta persona para procurarse su propio bienestar. Es un problema viejo y recurrente, que ha inspirado una larga tradición en la filosofía política y complejas discusiones en la teoría económica. Más allá de una pretensión de resolverla, Sunstein la enmarca en su aproximación comportamental: tenemos bastante evidencia de las dificultades para tomar decisiones “completamente racionales” por parte de las personas. Nuestro procesador nos permite tomar decisiones eficientes con una naturalidad que parece mágica, pero en ese artilugio también hay lugar par errores.
Es decir, Sunstein propone que independiente de discusiones ideológicas, la mayoría de los Estados modernos ya tienen una participación activa y funcional sobre las decisiones cotidianas de las personas y que, en este sentido, deberían insistir en que las intervenciones y reformas que ayudan con problemas como el auto control también pueden entenderse como defensa de la libertad de decisión de las personas. Mejor dicho, que en tanto podemos perder libertad por nuestras propias delimitaciones cognitivas, la intervención del Estado en la regulación y el diseño de la manera cómo tomamos decisiones puede aumentar nuestra libertad.
Y al final esta es la materialización de buena parte de las promesas de los Estados liberales, aparatos institucionales que trabajan para aumentar la libertad de las personas. Pero que lo hacen de manera activa y decidida. Que entiende que muchas personas enfrentan problemas constantes de navegabilidad y que su rol debe centrarse en eliminar los obstáculos y al tiempo, comprender las limitaciones cognitivas que dificultan a los navegantes; que, resueltos estos inconvenientes, ya cada uno puede poner el rumbo que mejor le parezca.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/