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Uno no entiende qué está pasando. La cantidad de malas noticias diarias es demasiada (y uso la palabra “demasiada” en el sentido estricto, no como muletilla). El exceso es descomunal. Gaza. Cauca. Netanyahu. Clan del Golfo. Feminicidio. Racionamiento. 380.000 millones de pesos. EPS. Pedófilo. Reelección. Tráfico de armas. Genocidio. Masacre… y sigue.

Se agota la capacidad de comprensión; se pierde la esperanza. Uno no sabe por dónde empezar, qué ponderar, a qué ponerle más atención. Lo que sucede lejos es monstruoso. Lo que sucede de fronteras para adentro es macabro. Y la desesperanza es mayor porque no hay a quien creerle: ausencia de líderes legítimos. Ni afuera ni adentro se atisba un individuo u organización con capacidad de ordenar.

Y uno se despierta, ve que volvió a amanecer, empieza el día con alguito de buena intención, hasta que prende el radio. Uno sabe que el día sigue, que hay que cumplir con las tareas cotidianas y al mismo tiempo aferrarse a lo mínimo de esperanza: porque la vida también tiene bellezas.

Uno se convence de que hay seres humanos luchando para que las cosas sean distintitas. Que hay quienes dan su vida para proteger a otros. Uno lo sabe; pero, el riesgo de perderlo de vista es altísimo.

Uno se sirve el café y, en medio de tanta angustia, la pregunta por el sentido de la vida se hace más aguda y afilada. Uno medio respira y siente que esa duda lo hiere. ¿Qué hago?, ¿cuál es mi responsabilidad?, ¿cómo ayudo a otros?, ¿cómo me ayudo? La consciencia es suficiente para saber que indignarse en redes es, por lo menos, ridículo.

En medio de semejante oscuridad habrá que recurrir a las tenues luces. Aferrarse con ímpetu a las pequeñas expresiones de ternura; amar, pedir perdón, sonreír. Buscar el silencio que ayude a comprender que por alguna razón estamos aquí y ahora, porque en este momento:

Sobran las palabras*

Por traidora decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
(…)
Libertad morirá
lentamente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.

*Maria Mercedes Carranza

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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