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Burlarse de los muertos está muy mal, pero eso no quiere decir que no los podamos criticar. Se murió Piedad Córdoba y tenemos que recordar su nefasto legado, especialmente porque la izquierda es experta en reescribir la historia, y en cualquier descuido, convierten a la dictadura cubana en el faro social de América Latina, a las Farc en adalides de la paz, al M-19 en paladines de la democracia, o a los terroristas islámicos en defensores de la diversidad y los derechos humanos.

Hablar sobre Colombia es espinoso, porque no tenemos perspectiva, estamos inmersos en los mismos bandos que se han enfrentado de todas las formas posibles, legales e ilegales, con suciedades a cada lado. Piedad militó activamente en uno de esos bloques, y los juicios sobre esa actuación son turbios y pasionales, aunque no necesariamente incorrectos o innecesarios.

Pero sí podemos hablar con más distancia sobre la triste herencia que dejó Piedad Córdoba en otro país, Venezuela, donde apoyó sin disimulo al gobierno de Chávez, y luego a la dictadura de Maduro. Convirtiéndose, de facto, en una embajadora del régimen hasta el último de sus suspiros.

Además de ser buena dándole giros sorprendentes a la historia, la izquierda es hábil construyendo escudos. Dicen que se ataca a Piedad Córdoba porque era una mujer negra, pero en realidad poco preocupa su sexo o su color de piel, pues lo relevante es la crítica frente a su apoyo a movimientos políticos que han causado muerte y destrucción.

En Venezuela no solo apoyó el fin de una democracia, hecho ya bastante grave de por sí, sino la instauración del socialismo que hizo trizas la calidad de vida de uno de los países más ricos de nuestro continente. Ella comparte la responsabilidad de los casi 8 millones de venezolanos que han tenido que abandonar su país por física hambre, y que han tenido que reconstruir sus vidas siendo ciudadanos de segunda clase en otros países.

Piedad Córdoba es una de las responsables de haber vuelto mendigo a un pueblo, de hacer escasear el combustible en el país con más reservas petroleras del mundo, de haber sextuplicado la pobreza venezolana, de hacer que las elecciones sean un chiste, de que tengan que soportar una de las peores inflaciones del mundo. Todo imperdonable, y eso es lo que tenemos que recordar, para evitar que se vuelva un símbolo latinoamericano.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/jose-valencia/

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