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Siempre la culpa hacia afuera

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Qué fácil es echarle la culpa de nuestros problemas a algo o alguien más. Siempre hay razones bastante lógicas que le damos a los males que nos pasan, y casi nunca tienen que ver con nosotros mismos. Muchas veces esa culpa no la echamos de modo consciente. No es que andemos señalando a los culpables de nuestros dolores, fracasos o sufrimientos. Pero sí lo hacemos de manera indirecta al no asumirlos como propios y vivir como si la solución fuera a llegar por arte de magia.

A nadie le gusta asumir la responsabilidad de lo que le pasa. Siempre va a implicar esfuerzo e incomodidad. Pero es que justo así estamos renunciando a nuestra libertad, que es precisamente la capacidad de crecer, de hacer lo mejor posible con lo que tenemos a disposición.

Hay que hacer la claridad de lo evidente: no todo está en nuestro control. Hay miles de cosas que se salen de esa esfera y pueden influenciar nuestro estado. De eso no hay duda y no pretendo minimizar las consecuencias que tienen muchas circunstancias en las personas. Pero si nos diéramos cuenta del impacto que tiene lo que sí está en nuestro control, lograríamos mucho más.

Solo comenzando por la propia mente, que es lo que es nuestro en realidad, pero que tan fácilmente le regalamos a otros al reaccionar por impulsos. Por estar pendiente de la inmediatez y de lo externo. Si nos diéramos la oportunidad de enfocarnos en asumir el control de la mente y nuestra propia tranquilidad, nos podríamos permitir estar y vivir bien bajo cualquier circunstancia externa.

Yo estoy convencido de que la mayoría de problemas que tenemos llegan de la perspectiva desde la que vemos la realidad y los estilos de vida que adoptamos. No es aleatorio que en situaciones idénticas, haya personas que sean capaces de salir adelante y crecer, y también otras que se quedan estancadas.

Por eso creo que lo fundamental para lograr cualquier cambio o salir de cualquier problema, nace de cada persona y de las acciones que tome. Al fin y al cabo somos lo que hacemos.

Si no estamos conformes con nuestra salud o apariencia física. O si nos sentimos atrapados en el trabajo. Ahogados por la situación económica. O si estamos destrozados por dentro porque nos rompieron el corazón, perdimos a alguien o nos sentimos desorientados. Independiente de la situación que sea, el camino está por la perspectiva en la que lo veamos, y las acciones que tomemos a diario. Eso es libertad. Y de ahí nace la integridad: somos los que decimos que somos.

Qué bonito vivir en un mundo en el que todos asuman la responsabilidad de su propia vida y actúen en consecuencia.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/

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