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Los humanos somos seres cíclicos, ésto no es una declaración radical ni novedosa. Nos gusta la repetición medida; nos gustan las canciones enlazadas entre coros y versos; nos gusta que los meses del año, separados por un andar, representen cada uno el venir de ciertos momentos.
Nuestras rutinas diarias siguen también un ritmo, con comidas agendadas a ciertas horas; con un balance, ojalá, entre oficio y ocio; con mañanas ocupadas y noches reposadas. Caemos en los ciclos no sólo por obedecer a necesidades biológicas, sino porque arraigamos nuestra realidad en estos paradigmas cíclicos. Provienen, también, por una necesidad de darle ritmo a la vida. De surcar un mundo enigmático e impredecible con algo de certidumbre.
Lo que a veces no somos capaces de ver es cómo los ciclos se adjuntan a mundos que nos gusta pensar que son puros y eternos. A veces olvidamos que, muchas veces, en los cambios de manifestaciones culturales como la música, la moda y los medios, también obedecen a nuestras leyes cíclicas. Como los argumentos políticos, también se acatan un cierto ebb and flow. Que casi nunca, las cosas son tan novedosas y locas como lo pensamos; que, como el rey en ese cuento viejo, tenemos que darnos cuenta de que “esto también pasará”.
¿Qué es lo que vemos hoy en día como problemas nuevos que también pasarán? ¿Qué, en verdad, son un recaer en un ciclo?
Creemos, y ya creo que este ciclo se está cerrando, que somos dependientes a las franquicias, a las viejas ideas. Que el mundo del cine es incapaz de la creación de nuevas ideas. La franquicia de Marvel, basada en los cómics de antaño, es quizás el ejemplar más criticado. Pero podríamos listar todas las películas que son dependientes en propiedad intelectual vieja, que se dedican a atraer a audiencias por su jalón de nostalgia y de llevar a los cineastas a un mundo conocido que presentarlas con un mundo nuevo. Pero, ¿y si ésto es algo que se ha hecho siempre en Hollywood? ¿Que, a pesar de las inmensas taquillas que hostigan a los titulares de las franquicias, ésto siempre ha existido?
¿Por qué ignoramos el nacimiento de estudios exitosos que remuneran la creatividad de los títulos originales como A24 y Neon, o que hay directores como Greta Gerwig, Martin McDonagh, Jordan Peele, Christopher Nolan (ignorando su saga de Batman) y el mismo Scorsese y Tarantino que todavía jalan a las masas con sus adaptaciones y creaciones originales? Quizás siempre ha existido el mismo balance. La misma pelea adaptada a su época y su momento. ¿Por qué olvidamos que Harry Potter al principio de este siglo, o que James Bond (que tiene 5 de sus 9 películas más taquilleras en la década de los 60s y 70s) representaban también adaptaciones de ideas viejas?
¿Por qué pensamos que la oleada de ultraderecha que azotó el mundo en el 2016 es un fenómeno nuevo? ¿Por qué culpamos únicamente a las redes sociales por su surgimiento? ¿Acaso no sucedió algo parecido en los 1930s con el fascismo, y en los 1980s con el neoliberalismo? Los ciclos son parecidos, nunca iguales, pero siempre pensamos que cada oleada que llega al mundo es absolutamente nueva. Me gustaría refutar esta idea. Me gustaría que equilibráramos nuestro inmediatismo del presente con el contexto del pasado. Que no nos deleitemos con el pensamiento que esta es una época especialmente esquizofrénica. Que la locura, desde que nos atrevimos a formar sociedades, ha existido y seguirá existiendo.
Hay nuevos fenómenos, claramente. Nuestro reto ante el cambio climático es pavoroso; la politización de un problema que puede acabar con el mundo es preocupante, lo que no existió, por lo menos a esta escala, con la cuestión de la proliferación nuclear. Las redes sociales, quizás simplemente un vistazo demasiado permanente a las discusiones impersonales y radicales junto su paradójica lucha contra el balance entre la censura y el abuso, son peleas nuevas.
Pero recuerdo una curiosidad que me despertó cuando oí a un señor por ahí que, hablando de Bad Bunny y el reggaetón: decía que eran un sacrilegio contra la belleza de la música, que estos nuevos ritmos violaban el espíritu musical correcto, que ponían en riesgo a la melomanía correcta; que era imposible clasificar lo que hacían estos reggaetoneros nuevos, con sus éxito millonarios (que lo hace aún más frustrante), bajo la misma manga que los genios de los Beatles, Pink Floyd, Beethoven, Bach y Eric Clapton. Busqué, al oírlo, a ver qué decían los críticos de los Beatles cuándo apenas emergían con su estilo único. Cuando sufría el mundo entero de la Beatlemania.
“Los Beatles no son simplemente horribles; consideraría un sacrilegio decir algo menos que son asquerosos. Son tan increíblemente horribles, tan espantosamente poco musicales, tan dogmáticamente insensibles a la magia del arte que se califican como cabezas coronadas de la antimúsica, incluso como los papas impostores pasaron a la historia como ‘antipapas’.”
En esa época, también pensaban que las masas, que caían ante el encanto de los nuevos ritmos, significaban que definitivamente el pueblo había enloquecido. Lo que yo postulo pa’ es que siempre hemos estado locos.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-gaviria/