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Advertencia: esta columna menciona escenas de la temporada 4.
Esta semana terminé Sex Education, la serie británica de Netflix sobre sexualidad adolescente y reivindicaciones woke. No es lo mejor que he visto en los últimos años en la televisión, pero es divertida, profunda y plantea dilemas agudos de la modernidad radicalizada. Los personajes se construyen entre la identificación y el desacomodo con la sociedad contemporánea logrando, la mayoría de las veces, una muy buena narración. En la temporada cuatro, que es la última de la serie, se abusa de este recurso y puede volverse repetitivo por momentos, pero eso no le resta valor a la historia.
El dilema que más me llamó la atención fue toda la secuencia de la revelación de Eric Effiong. El choque entre la sociedad tradicional y el nuevo mundo que se manifiesta en el conflicto con su bautismo. Eric está entremedio de su creencia religiosa —que además es muy fuerte— y su condición homosexual. Quiere seguir perteneciendo a su comunidad sin negar su sexualidad. El asunto se resuelve de manera un poco predecible insinuando que Eric será el abanderado de la trasformación de su iglesia en una que no excluya por preferencias sexuales. Una lástima la conclusión poco imaginativa de un conflicto maravilloso.
Otra cosa que me gustó fue la forma en que la serie planteó el lado oscuro de lo políticamente correcto, y lo nocivo del optimismo maniaco. Cuidar obsesivamente que nuestras palabras no ofendan a absolutamente nadie es una tarea agotadora. Ser censores morales nos lleva a injusticias, o a ser demasiado apresurados en nuestros juicios de corrección. Hay una paradoja también cuando lo políticamente correcto se vuelve profundamente violento y excluyente. La interacción entre Roman, Abbi, Aisha y Ruby Matthews ilustra estos asuntos.
El desarrollo de Jean Milburn, interpretada por la maravillosa Gillian Anderson, fue otro de los puntos altos de la temporada final. Los problemas de la maternidad en una mujer de mediana edad con depresión postparto— que sabe que no puede alejarse mucho de la vida laboral pues le ha costado el doble llegar a cierto nivel de reconocimiento— se cuentan muy bien. Pero nada se compara con el discurso fúnebre de Maeve en el velorio de su madre. La celebración de la complejidad humana, la renuncia al maniqueísmo para matizar a una Erin irresponsable, con un consumo de drogas problemático, pero amorosa y compasiva.
Maeve, que está desorientada por sentir más alivio que tristeza, y un poco llena de rabia, decide despedir a su mamá, elige honrarla en toda su complejidad. La escena, que es bella, charra y emotiva, tiene la mejor conclusión de todas las situaciones de la temporada: terminamos todos, personajes y espectadores, cantando With or Without You; riendo y llorando, y siendo guiados por el piano del gran Sr. Hendricks.
Sex Education es una serie bella e inteligente que examina los dilemas y las contradicciones de la sociedad contemporánea. Puede que algunas veces sea demasiado panfletaria — como en la protesta por el ascensor que no funciona— pero incluso ahí, en medio del empalague por el exceso de propaganda, no pierde el ingenio de abordar un tema poco discutido en la televisión popular. Véanla, a lo mejor se ríen y lloran, como cuando uno está vivo.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/