Ser colibrí

Uno de los cambios más radicales de la vida se produce cuando uno aprende a relacionar profundamente lo que lo rodea, a ver conexiones invisibles pero brillantes. Nace de la curiosidad y la sensibilidad; se aprende a mirar y a pensar, y se lleva ese pensamiento a los ámbitos más diversos. Es, además, una manera de llenar la existencia de belleza. Hace unos años contemplo los árboles y los pájaros con unos ojos mágicos e infinitos que ven tantísimo más allá de eso que tienen al frente, persiguen raíces colaborando con hongos bajo la tierra y cantos de cuerpecitos coloridos que entonan desde el bosque con intenciones particulares. Nada es lo que solía ser.

La valientísima periodista brasilera Eliane Brum vive actualmente en el Amazonas. Se instaló en el corazón de ese lugar que tanto ama y tanto le duele, desafiando el peligro que corren quienes vigilan uno de los mayores tesoros del planeta. Ella recuerda la idea de la Amazonia como una selva viviente —un ser vivo, inteligente y consciente— que logra defenderse cuando está sana, pero habla de “…la evidencia de que la crisis climática aqueja severamente a la selva y esta ya no consigue defenderse como antes. Pocas cosas son más tristes que saber que está siendo tan atacada y de tantas maneras que ya no logra protegerse. Como una persona, la selva se desmorona». Y agrega: «Cuando la selva arde, significa que millones de seres vivos están ardiendo, muchos con un dolor atroz. Y, al día siguiente, todo queda en silencio. Los habitantes del Norte Global no oyen este silencio cuando comen cerdos y salmones alimentados con soja procedente de la deforestación. Pero el silencio ya está en todas partes, en cada víctima de fenómenos climáticos extremos».

Resulta vital aprender a oír ese silencio. Sentirlo, que hiera. Y que sea un impulsor potente de cambios conscientes en nuestra manera de vivir. Saber que la selva sana que se defiende nos cuida, limpia el aire y produce millones de milagros bellísimos a cada instante para preservar el planeta descomunal en el que vivimos y soñamos. Se quejaba Elvira Lindo en una columna de que tantos hoy digan que “prefieren no ver” y decía que la decisión de ver es una forma de no abandonar a los que sufren, y que la ciencia debería hablar de quienes no duermen porque viven con los ojos abiertos.

Cuando oyes una motosierra es contigo. Cuando eliges el producto en el supermercado o el plato en el menú de un restaurante es contigo. Cuando separas o no las basuras es contigo. Cuando botas comida es contigo. Cuando recibes vasos plásticos o pitillos o tomas bolsas plásticas o toallitas de papel en el baño como si no hubiera mañana, es contigo. Cuando dejas la llave del agua abierta o las luces prendidas es contigo. Cuando compras compulsivamente es contigo. Cuando eliges gobernantes que priorizan la producción ilimitada, ciegos ante la realidad del planeta y faltos de sensibilidad frente a la belleza y a la vida y a las relaciones profundas que nos conectan con la grandiosa naturaleza de la que somos una pequeña parte, es contigo. La educación de tu hijo es el futuro.

Escribió Nicolás González Casares que “hace unas semanas, Aimar Bretos nos emocionó con un editorial radiofónico dedicado a Pepe Mujica tras su fallecimiento en el que rememoraba la fábula sudamericana del colibrí y el jaguar. En esa historia, la más pequeña de las aves trata de apagar un gran incendio en el bosque transportando agua en su pico de un lado a otro ante la sorpresa del jaguar que, sorprendido y con pragmática ironía, le pregunta por qué lo hace si solo con su esfuerzo no podrá pararlo, a lo que el colibrí, en este caso Mujica, replica: ‘yo hago mi parte’”. Y, ojo, hacer la propia parte no se refiere a la comodidad tan popular y mediocre de no involucrarse en nada: el colibrí es consciente del incendio y ayuda activamente a apagarlo desde sus posibilidades, no mira para otro lado. El incendio puede parecer lejano pero viaja rápido y llega de las maneras más insospechadas, en el momento menos pensado. Gracias al universo por las Eliane Brum, pero también se puede ser colibrí. Ser colibrí es un acto radical brillante: sentir profundamente las infinitas conexiones, llevar el fuego dentro de la diminutez para movilizarse en nombre de la belleza.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/catalina-franco-r/

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