Escuchar activamente es un ejercicio supremamente enriquecedor.
Los que tenemos el gran reto de liderar equipos, nos enfrentamos día a día al desafío de la escucha. Cada palabra viene con un contexto, con un lenguaje para verbal y con una comunicación no verbal. Comprender el mensaje de un solo interlocutor implica una apertura de mente, de oídos, de visión, y significa además una disposición completa hacía un mensaje desconocido, hacía nueva información.
Escucharnos y sobre todo comprendernos entre dos es un trabajo complejo. Ahora, trasladar esa comunicación a grupos de personas, a colectivos sociales, lo hace casi imposible.
He escuchado últimamente, y estoy segura de que como yo todos los que leemos esta columna, mensajes de descontento con la realidad, una completa frustración frente a un futuro incierto que pareciera más acercarse a la catástrofe que a la esperanza, desilusión frente al porvenir, miedos y odios, inconformidad con las condiciones sociales, políticas y económicas, frustración, escepticismo. Ese mensaje que está en todas partes y en ninguna hace parte de esa comunicación colectiva que es tan compleja de percibir, es el trasfondo de una serie de actitudes sociales, de post en redes sociales, de micro conversaciones en los ascensores, de intercambios alrededor de un almuerzo.
En ese ejercicio de escucha activa, claramente se entiende el mensaje de la necesidad de cambio, porque la senda que se recorre va sin duda al abismo.
Sin embargo, el mensaje no lo hemos escuchado completo.
Sabemos de la necesidad de cambio, pero no entendemos ese cambio hacía donde se debe dirigir. Hay una evidente ruptura entre interlocutores. Dirigentes, políticos, CEO, lideres religiosos, empresarios, simples mortales, no hemos sabido leer, entender o interpretar la nueva agenda de una sociedad devastada.
Se proponen transformaciones basadas en el odio que no logran menoscabar ese sentimiento y que en lugar de unir alrededor del esperado cambio, más dividen. Se proponen transformaciones basadas en la esperanza, en la mesura, en el diálogo y tampoco logran llegar al corazón del sentimiento de frustración. Se propone entonces en contra posición a las anteriores continuar con el mismo camino, y los que deciden acogerlo lo hacen solo por que es mejor lo que ya se conoce que un paso al vacío. El mensaje sigue sin llegar claro, la agenda, la necesidad colectiva no se entiende.
Esa ruptura evidente entre lo que espera una sociedad y lo que sus dirigentes pueden ofrecerle no hace más que profundizar las oscuras grietas que hoy nos dividen y no hay quien pueda traducirnos el mensaje, no contamos con la posibilidad de pedir que nos lo digan diferente, de solicitar claridad. Nos corresponde simplemente concentrarnos en nuestro oído, seguir escuchando activamente, afinar la vista y abrir nuestra mente, de manera que, en algún momento, en algún lugar, alguien logre entender cual es el rumbo que se debe tomar, cual es ese futuro deseado, cual es el ideal de vida de la sociedad actual y logre, a partir de la unión de fuerzas diferentes generar ese nuevo porvenir que converse con la agenda de los ciudadanos de esta época.
Yo no tengo la respuesta, y por más que me he esforzado por entender el mensaje, el mismo me sigue llegando incompleto. Hay una aguda voz colectiva que sigue gritando cual es su interés, pero nosotros seguimos sin lograr escucharla.